Se conoce como Servicio a la cualidad, capacidad e intención permanente que tiene un ser humano de ayudar, consolar y ver felices a sus semejantes, sean conocidos o no. La etimología de la palabra indica que proviene del latín servitium haciendo referencia a la acción ejercida por el verbo servir.

Una persona servicial será aquella que siempre esté alerta a las necesidades de los otros y cómo cubrirlas, sin que nadie se lo pida y con una sonrisa, sabiendo que puede ayudar a otros.

“Ámense en Dios mediante el mutuo servicio a través de miradas y palabras”.

(CMB 61)

El servicio alegre, como nos recomienda la Sagrada Escritura: Servid al Señor con alegría, especialmente en aquellos trabajos de la convivencia diaria que pueden resultar más molestos o ingratos y que suelen ser con frecuencia los más necesarios. La vida se compone de una serie de servicios mutuos diarios. Procuremos nosotros excedernos en esta disponibilidad, con alegría, con deseos de ser útiles.

Encontraremos muchas ocasiones en la propia profesión, en medio del trabajo, en la vida de familia, en el apostolado…, con parientes, amigos, conocidos, y también con personas que nunca más volveremos a ver.

Cuando somos generosos en esta entrega a los demás, sin andar demasiado pendientes de si lo agradecerán o no, de si lo han merecido…. comprendemos que «servir es reinar».

Alegria por el deber cumprido

Preocupación por la necessidade dos demais

Busqueda del bien comum

“Haga su servicio con toda amabilidad desde la mañana hasta la noche”.

(CMB 56)

Aprendamos de Nuestra Madre María a ser útiles a los demás, a pensar en sus necesidades, a facilitarles la vida aquí en la tierra y su camino hacia el Cielo. Ella nos da ejemplo: «En medio del júbilo de la fiesta, en Caná, sólo María advierte la falta de vino… Hasta los detalles más pequeños de servicio llega al alma, si como Ella, se vive apasionadamente pendiente del prójimo, por Dios». Entonces hallamos con mucha facilidad a Jesús, que nos sale al encuentro y nos dice: cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a Mí me lo hicisteis.

Madre Bernarda nos dice…

¡Ave María!   En Jesús amadas hijas:

Sirvan con corazón alegre al Señor, queridas Niñas, conforme siempre lo había hecho nuestro glorioso y santo Padre de la Orden.

Desde el momento en que San Francisco se volvió de todo corazón al Señor, buscaba sólo agradar y hacerse semejante a Dios con la práctica de todas las virtudes. De esta manera se hizo pronto el serafín del amor divino. Uds. alcanzarán lo mismo si se vencen seriamente a sí mismas, si hacen la guerra sin cuartel a sus malas inclinaciones, y si se colocan en la luz de la fe para irradiarse desde ella. En todo tiempo, queridas Niñas, con excepción de la recreación, es decir: caminando, trabajando o rezando, deben dar una buena imagen de una auténtica esposa de Jesucristo, mediante su modestia y atractivo recogimiento.

Cada una de Uds. debe estar consciente de lo que hace, delante de Quién está, y por Quién trabaja. Un comportamiento disipado, triste y melancólico, es repugnante en personas laicas, y en esposas de Jesucristo es desedificante y escandaloso. Yo suplico a la querida Hermana Superiora, que esté atenta y corrija semejantes manías según conveniencia. Más, esto ni siquiera debería ser necesario, porque cada una de Uds. debe manejarse dignamente ante Dios y ante los hombres por propia cuenta. Vivan por Jesús, Él será el Maestro que les enseñará el arte de la interiorización, si son auténticamente humildes. ¡Oren por mí!. Por este Dulce Corazón las saluda su Madre del Sagrado Corazón de María.

(Tomado del Libro “Amor y Misericordia, Pág. 138-139;  Septiembre 27 de 1917).

Características de Servicio

Fomentar la Unidad interna en la Congregación así como en los encomendados. De ahí parte la insistencia de nuestra Fundadora: “Todas, absolutamente todas, trabajemos con fuerzas unidas”
Promover la Fidelidad al Evangelio, la Espiritualidad y Misión Congregacional.
Favorecer el Crecimiento humano-espiritual de las Hermanas y encomendados.

Vive el valor del servicio

Santa María Bernarda, entregó generosa e incondicionalmente su vida a Dios y al servicio de los más pobres, marginados y afligidos. Sé preocupaba por los miembros dolientes de Cristo, sin evadir ningún sacrificio, para proporcionarles algún alivio material y espiritual. Animaba a las Hermanas, para que en los enfermos, miraran a Cristo sufriente; así merecerían el título de “ángeles de la caridad”.

Texto Bíblico – El juicio de las naciones (Mt. 25, 31-40).

“Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de estos hermanos míos, más humildes, por mí mismo lo hicieron”.

Experiencia de Santa María Bernarda, al servicio de los pobres

Santa María Bernarda dejo su patria, su familia y su cultura, para servir a los más pobres, primero en Ecuador y luego en Colombia. Amaba entrañablemente a los pobres, enfermos y necesitados. En ellos descubría el rostro de Jesús y les servía con especial predilección.
En su vida experimentaba un amor apasionado por Cristo pobre y un tierno y fraterno amor a los pobres, expresado en su estilo de vida, marcado por la genuina sencillez y una gran humildad.

Para promover y evangelizar a los pobres, asumió la vida misionera. Ella misma vivió la pobreza con la radicalidad de San Francisco y Santa Clara de Asís.

Cuando comenzó la misión en Ecuador, se despojó totalmente de sí misma. Quiso vivir tan pobre, como los pobres que encontró en la misión de Chone, así quiso dar respuesta al llamado que el Señor le hacía de ampliar el horizonte de su vida, para ir a donde Él la enviara: “Al pueblo pobre de América Latina, a Anunciar el Evangelio de Jesús.”

Santa María Bernarda fue una mujer deslumbrada por Dios, por el Evangelio y por los pobres. La preocupación por los otros, especialmente los más débiles, fue una constante de su itinerario vital como mujer consagrada. Ella y sus Hermanas, vivieron no solo con los pobres sino ante todo, como los pobres. Comprendieron que la pobreza consistía, ante todo, en la capacidad de dar y volver a dar, hasta expropiarse de todo, y que esta virtud era una mediación para identificarse con Cristo pobre y con los pobres; sabía cómo cuidar de cada uno, especialmente de los enfermos que vivían totalmente desprotegidos.

Exhortaba a las Hermanas, diciendo: Ojalá que los pobres se acerquen a nuestras casas, sin miedo. Que sean acogidos como hijos de Dios y hermanos nuestros, escuchados, orientados y atendidos en sus necesidades”.

Ante los sufrimientos y miseria del pueblo, la Madre Bernarda se cuestionaba, contemplaba y oraba, así: “Recibe Señor, las necesidades, la miseria, el hambre, la sed, el frío y los dolores del cuerpo y del alma de millares de pobres, y ayúdanos, con tu gracia, a servirles con generosidad”.

El mejor servicio que podemos ofrecer a los pobres no es quitarles la carga, sino infundirles la necesaria energía para sobrellevarla.