Yo, Hna. Ivanir Carletto, nací el 24 de agosto de 1969, en la vereda de Nova Guaíra, de São Lourenço D´Oeste/SC, localidad que hoy pertenece a Novo Horizonte/SC, Brasil. Soy la cuarta hija de una familia de pequeños agricultores formada por Augustinho Carletto (in memoria) y Lourdes Frozza Carletto, mis padres, y en orden cronológico mis hermanos: Maria Vilma Carletto Viero, Antonio Carletto, Vilso Carletto y yo.
Crecí en una familia con mis padres y hermanos en un ambiente de respeto y amor, de trabajo y fe, de cariño y también de exigencia, que es parte de la educación. Recibí el sacramento del Bautismo, la primera Eucaristía y la Confirmación en la comunidad de Nova Guaíra – Capela Nossa Senhora de Lourdes – Novo Horizonte/SC. Y me integré a la vida pastoral de esa comunidad. Desde niña algo tocó mi corazón, pero los años pasaron…
En marzo de 1999 fui a estudiar en la cuidad de Passo Fundo/RS. Terminé mi carrera en el curso superior en Ciencias Contables y ingresé al mundo laboral, en el ámbito contable. Por invitación de amigos, me uní a una conferencia de vicencianos y me identifiqué con su carisma que llega a los pobres y necesitados. En un retiro de la Sociedad de San Vicente de Paúl – Vicencianos llamado REJOVI, Dios puso en mi camino a una monja, quien me invitó a conocer a las Hermanas Franciscanas Misioneras de María Auxiliadora.
Me sorprendió la invitación, porque ya no era una niña, pero me llegó al fondo del corazón. Y después de un período de acompañamiento con una hermana, decidí asumir la vida religiosa franciscana consagrada. Profundicé, conocí la Congregación y sentí que era Dios llamándome. Descubrí cuál era el deseo más profundo de mi corazón, poder ser portadora del amor de Dios para las personas necesitadas, especialmente los más pobres, como monja consagrada, teniendo el ejemplo y la presencia maternal y protectora de María.
Y fueron necesarios diez años de formación para asumir ahora definitivamente la vida religiosa consagrada. Agradezco profundamente a Dios, a mi familia, a la Congregación de las Hermanas Franciscanas Misioneras de María Auxiliadora que me acogieron, a las tantas personas amigas que fueron y son parte de mi vida, vocación y misión, tanto en los buenos momentos como en los difíciles. mis amigos, me ayudaron a llegar aquí y ser quien soy. Espero contar siempre con las oraciones y el apoyo de todos.
La vocación es un don de Dios. Hablar de vocación es siempre una gran alegría. Dios Dios sigue llamando. Él llama a cada persona a participar de su plan de amor, a vivir plenamente lo que él mismo ha sembrado en cada corazón. Él llama y envía a quien Él quiere. Y esto, no por mérito personal sino por la pura bondad de Dios. Con gratitud invito a las familias y a los jóvenes: padres, fomentad la vocación de vuestros hijos e hijas. Joven, no tengas miedo de seguir tu vocación. Ven y sé feliz, siendo Hermana Franciscana Misionera de María Auxiliadora. ¡Por todo, alabado sea Dios!