Si recordamos la historia y la vida de la congregación, reconoceremos varios ejemplos de hermanas que fueron líderes en su tiempo y que inspiran liderazgo entre nosotras. Este recuerdo es importante porque nos hace reconocer las características de liderazgo que han marcado el ritmo de nuestra vida y misión.

La compañia amorosa: una metafora del actual liderazgo religioso

En este articulo, profundizaremos el tema: “El desafío del Liderazgo en la Vida Religiosa”. Somos invitadas a reflexionar “escuchando con los oídos del corazón”. Escuchar no sólo las palabras, sino escucharnos atentamente a nosotras mismas; nuestras emociones, pensamientos, recuerdos, preguntas, dudas e incluso las resistencias que surgirán dentro de cada una durante este estudio. Las percepciones, las luces, son las conexiones hechas con nuestra propia experiencia de liderazgo. Son estas conexiones las que perdurarán mucho después de que las palabras de este estudio se desvanezcan.

Todos ejercemos algo de liderazgo. Cada persona es capaz de tomar decisiones, es líder de sus acciones y ejerce su autoridad en algún espacio o contexto, asume el liderazgo en el servicio que tiene, por pequeño que sea. Y en este universo, no hay trabajo pequeño o grande, más importante o menos importante. Todo tiene su importancia y significado.

Lo que da sentido al papel de la autoridad en la Vida Religiosa Apostólica sólo puede ser el horizonte de la misión, es decir, la autoridad, no es mandar, ejercer despóticamente y tomar decisiones. Autoridad es ayudar a las personas a buscar juntas cuál es la misión que Dios nos pide en un momento dado.

Durante los tres años de misión, Jesús acompañó a los Discípulos como un compañero amoroso, predicando, sanando, disfrutando de una buena comida con sus amigos, Jesús instauró un nuevo estilo de liderazgo.

La expresión “Compañerismo Amoroso, es una metáfora del liderazgo religioso de hoy”. Veremos cómo la misión del liderazgo es siempre una asunción de la mente y del corazón de Jesús. Es este el llamado a cada Hermana de nuestra Congregación, guiar como Jesús, siendo compañeras amorosas.

Jesús fue un compañero amoroso por excelencia! Fue un líder transformador que ofreció visión, energía, desafío y coraje a quienes se sintieron atraídos por su propia forma de ser y trabajar con y para el Reino. Asimismo, la historia de las Congregaciones es rica en relatos de innumerables mujeres sabias, compañeras amorosas, líderes transformadoras que, siguiendo el ejemplo de Jesús y sus Fundadoras o Fundadores, acompañaron a las Hermanas de su tiempo con visión, energía, desafío y valentía, al servicio del pueblo de Dios.

Ciertamente, en nuestra Congregación nos encontramos ante un gran grupo de compañeras amorosas. Mujeres sabias y líderes de transformación, que han interiorizado, absorbido y abrazado la forma de ser de Jesús y Santa María Bernarda, tan profundamente, que a pesar de la realidad mundial, la desilusión con nuestra Iglesia y la disminución de miembros, continúan ejerciendo el liderazgo; animando a las Hermanas con la visión, la energía, el coraje y el desafío tan necesarios para servir a Dios.

Ser compañera amorosa, relacionarnos con las Hermanas de Congregación, con nuestros Colaboradores y Laicos, como Jesús se relacionó con los discípulos, para promover el sueño de Dios y su Reino, ha sido el compromiso permanente de las Congregaciones. En todos los tiempos y situaciones, nosotras y todas las Hermanas que nos precedieron, trabajamos para continuar la misión de Jesús, anunciando el Evangelio con palabras y obras, guiadas por la oración atenta a los signos de los tiempos, permeando nuestro Carisma en nuestra acción Pastoral.

Hay dos elementos de liderazgo que pueden iluminar nuestra comprensión del compañerismo amoroso: En primer lugar, ¡para liderar como una compañera amorosa debemos creer profundamente en que el liderazgo es ante todo relación! En segundo lugar, las compañeras amorosas reconocen que el liderazgo es una “empresa” común y compartida.

Calidad relacional del compañerismo amoroso

Según investigadores claves en el campo del liderazgo y del desarrollo del mismo, la característica principal y más profunda es su calidad relacional. Hasta mediados del siglo XX, los estudios sobre lo que hace un líder eficaz se centraban casi principalmente en la identificación de rasgos, comportamientos y patrones de personalidad de un individuo. Dichos elementos se utilizaban después para evaluar la probabilidad de la futura eficacia como líder. Desde entonces, las investigaciones, en particular las de carácter interdisciplinario, han reconocido que los líderes eficaces poseen una mayor capacidad de relacionarse con los demás de manera madura y saludable, o sea, santa.

Por lo tanto, la inteligencia interpersonal, como algunos la llaman, es la primera y principal cualidad de un líder eficaz, de un líder capaz de ser un compañero amoroso. En su capacidad para crear y nutrir profundos y duraderos lazos como nos lo dicen las Escrituras, ni siquiera la muerte podría destruir. Asimismo, Jesús siempre mantuvo formas de relacionarse sanas y santas, a pesar de la presencia de conflictos. Como se menciona en los Evangelios en más de una ocasión Jesús pudo intuir las emociones, pensamientos, deseos y aspiraciones de los demás, en parte porque Él estaba muy en sintonía con su propia vida interior.

Compañerismo amoroso como emprendimiento comun y compartido

Nuestra reflexión sobre el compañerismo amoroso se intensifica más aún, si consideramos el segundo elemento fundamental del liderazgo: el liderazgo efectivo hoy en día es un liderazgo comunal y compartido. El liderazgo comunal y compartido va mucho más allá de cómo nos relacionamos con nuestros Consejos actuales o con el equipo de liderazgo. El liderazgo común y compartido se trata de la generatividad. Consiste en proporcionar a las integrantes de nuestras fraternidades lo que necesitan para desarrollar sus propias habilidades de liderazgo, sea como líderes de la misión y/o como futuras líderes de nuestra Congregación.

En todas las culturas y en todos los tiempos la tarea central, el proyecto central de la edad adulta siempre ha sido y siempre será el ser generativo. Tener la preocupación vivificante sobre el futuro, sea de la propia familia o de la Congregación, es el corazón de lo que significa ser un adulto maduro, sano y santo. La generatividad nos llama diariamente a implicarnos en ese movimiento innato dentro de nosotros, que constituye el más humano de los viajes: el movimiento desde la autorrealización a la auto-trascendencia. Como líderes es importante realizar un permanente seguimiento y evaluación a los procesos personales y comunitarios, evaluando cada decisión de la Congregación, ya sea grande o pequeña, a la luz del futuro de la misma; ¡sin olvidarnos de que el futuro empieza ahora!

Vemos que es precisamente a través de relaciones creadas y alimentadas entre líderes y miembros que la generatividad se desata y el carisma es vivificado. Ser educadas, desafiadas y guiadas por miembros de la fraternidad que son compañeras amorosas, nos compromete en el duro trabajo del desarrollo personal y de las habilidades necesarias para convertirse en líderes eficaces. Además, en la medida en que las integrantes de la fraternidad experimentan que sus propias líderes son compañeras amorosas, sea a nivel Local, Regional o de la Congregación, ellas mismas podrán empezar a considerarse capaces de ser compañeras amorosas, capaces de liderar servicios e incluso la propia animación de la Congregación en el futuro. Vemos así como la generatividad se halla en el centro del liderazgo de la misma y que las líderes crean otras líderes, y es de esta manera que el liderazgo se convierte en un proceso compartido y comunal.

El compañerismo amoroso exige que las líderes conozcan y practiquen maneras de mantener su salud y resistencia en todos los ámbitos de la vida. Dos medios eficaces a menudo empleados por las líderes de congregaciones son: 1) comprometerse diariamente a tiempos de oración, reflexión y soledad, 2) buscar, encontrar y mantener una relación permanente y profunda con un director espiritual, consejero, figura de sabiduría. Estas dos prácticas son tanto espiritual como psicológicamente valiosas. Cada uno nos ofrece un espacio suficientemente seguro donde las alegrías y esperanzas, desilusiones y traiciones que forman parte de la experiencia de liderazgo pueden ser oradas y compartidas con otras personas.

Las Congregaciones anhelan líderes que apunten al futuro, listas para seguir la guía del Espíritu. ¡Aunque la manera de vivir y de realizar la misión sea diferente a la del pasado, la dedicación a la visión del Fundador o Fundadora de las Congregaciones debe permanecer! Nuestra capacidad como compañeras de gracia para liderar en una época de incertidumbre se ve reforzada por lo siguiente: en primer lugar, “sentirse en casa” con nosotras mismas y tener una capacidad de relaciones saludables con las demás que se demuestre en ser asequible, flexible y abierta al diálogo; y al mismo tiempo, permanecer comprometida con el Carisma Fundacional y los valores de la Congregación. Esto, a su vez, facilitará la competencia para permitir y alentar a las integrantes de la Congregación a recurrir a sus propios recursos, convirtiéndose así en compañeras amorosas para las demás.

Los líderes deben tener la capacidad de ser “críticos realistas”; mirar la realidad de frente y comunicar gozosa esperanza. Esta capacidad se ve reforzada por el valor de actuar a pesar de los obstáculos, sean políticos, eclesiales o que surjan dentro de las Congregaciones. En tercer lugar, la capacidad de articular el carisma de manera efectiva y convincente a pesar de los tiempos cambiantes y complejos en que nos encontramos, tanto en el mundo como en la Iglesia. Y por último, nuestra capacidad de estar atentas al Misterio de Dios donde quiera, cuando quiera y de cualquier manera que Dios elija para darse a conocer.

No nos hagamos ninguna ilusión sobre el hecho de que esta tarea es enorme. ¡El compañerismo amoroso pide todo de nosotras! Es en momentos como éstos que me refiero al compañerismo amoroso de Joseph Cardinal Bernardin, ex Arzobispo de la ciudad de Chicago. En el Sínodo de 1994 sobre la Vida Consagrada nos recordó que “vivimos en una época de crisis para la Vida Consagrada, pero también en un tiempo de creatividad. Es un momento de crisis debido a las profundas tensiones que afectan a la sociedad y la iglesia […]. Es un momento de creatividad, como lo son todos los tiempos de crisis, porque el Espíritu Santo parece estar particularmente activo en tiempos de transición”.

Compañerismo amoroso y el uso del poder

Debido a que el poder a menudo se utiliza para oprimir en lugar de empoderar, con frecuencia experimentamos “poder” como una palabra que da miedo. Las palabras que dan miedo son aquellas de las que tenemos una comprensión inadecuada; palabras que provocan en nosotros una inquietante respuesta emocional. ¡Como compañeras amorosas no podemos permitirnos que el “poder” sea una palabra que da miedo! En Mateo 20,26 “Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor”, vemos que Jesús no viene a abolir la necesidad de autoridad y de poder; sino más bien a restablecer estas dinámicas humanas para encender y liberar energía al servicio del Evangelio.

Las ciencias humanas, en particular la psicología y la sociología entienden „poder‟ como „influencia‟. Cuando tenemos poder, podemos influir. Y de la misma manera, ¡cuando tenemos influencia tenemos poder! Nuestro seguimiento de Jesús y la adopción de su manera de liderar exigen que nombremos, reclamemos y empleemos el poder y la influencia que tenemos como líderes de la Congregación. Quizás, el reto que tenemos ante nosotras es estar alertas y listas a emplear nuevos tipos de poder desde una mirada Evangélica a saber:

  • El poder del estímulo: Capacidad de alentar, afirmar la persona en su seguridad, devolver el coraje que ella necesita para mirar la realidad de frente y mantener viva la esperanza.
  • El poder de la hospitalidad: Ser hospitalarias va mucho más allá de dar la bienvenida a alguien en nuestras casas y fraternidades. Implica una actitud de escucha y acogida atenta a nuevas ideas, oportunidades, retos. Una actitud hospitalaria señala a las Hermanas que todas están llamadas a participar en el diseño de cómo la Congregación continuará sirviendo al pueblo de Dios.
  • El poder de la resiliencia: Capacidad de actuar con coraje, valentía y espíritu de fe, en medio de las contrariedades. ¡Reconozcan y afirmen el poder de la resiliencia en sus propias vidas! Repongan sus propias necesidades espirituales, emocionales, relacionales y físicas para tener la energía suficiente y ser generativas.

Jesús fue claro cuando se enfrentó a los abusos de autoridad y de poder tan frecuentes entre los líderes del mundo antiguo, tanto secular como religioso. Notando estas mismas actitudes en los discípulos Él fue firme: “Entre ustedes no debe suceder así.” Jesús modeló un tipo de liderazgo que era altamente relacional y generativo. Tuvo acceso inmediato a la valentía e imaginación de sus discípulos uniendo sus experiencias presentes al pasado; y a través del hacer memoria liberó su energía para el discipulado.

Él vivió el ritmo sano de la contemplación y la acción. Centrado en Dios y alimentado a través de sus tiempos de oración, de soledad y de compañerismo alrededor de la mesa con sus amigos, Él mantuvo su capacidad para enfrentar las crisis y no desmoronarse, para enfrentar la realidad y comunicar esperanza a sus seguidores. Además utilizó su poder e influencia no para oprimir sino para capacitar a aquellos que estaban dispuestos a promover el Reino y el sueño de Dios.

Fuente: Fragmentos de un texto de Mary pat Garvin, RSM, Ph.D.