La Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) 2023, en Lisboa, Portugal, fue un encuentro de jóvenes de todo el mundo y demás personas con el Papa Francisco. Digamos que una peregrinación, una fiesta de la juventud, una expresión de la Iglesia universal y un fuerte momento de evangelización del mundo juvenil. Se presenta como una invitación a una generación determinada en construir un mundo más justo y solidario.

A lo largo da semana, participamos en diversas iniciativas organizadas por el equipo de la JMJ, en diferentes lugares de la ciudad. Damos destaque a las celebraciones (actos centrales) que contaran con la presencia del Papa, como la ceremonia de acogida y apertura, el Vía Crucis, la vigilia y, el último día, la misa de envío, además, por supuesto, de la significativa y afectiva experiencia con nuestra madre María en Fátima, donde tuvimos la oportunidad de participar en celebraciones Eucarísticas, conocer los espacios de las apariciones de Nuestra Señora, hacer el
camino de los Pastorcitos.

Podríamos escribir mucho sobre este maravilloso encuentro con el Papa, pero dejemos que cada hermana exprese su sentir, su experiencia vivida, desde el corazón y de la experiencia de fe:

“Dios a mí también me sorprendió. Me sorprendió a través de mi amada congregación al concederme este regalo de participar en la JMJ. Me sorprendió en la experiencia del encuentro más íntimo con la Madre del Señor, en su santuario de Fátima. Me sorprendió con cada detalle por
medio de las personas con quien se hizo providente, con quien se hizo sorpresa. Su amor me sorprendió, en el eco de cada palabra pronunciada en las homilías del Papa Francisco y encuentros; en las reflexiones y meditaciones, en las visitas a los lugares que solo inspiraban recogimiento y
silencio para gustar de la presencia de Dios. Cada lugar y cada palabra pronunciada se convirtió en una peregrinación a mi lugar interior, para allí también alimentar el don precioso de mi vocación” (Hna. Flor Enid Ramos Cerón).

“Una experiencia extraordinaria de FE, de camino hacia el encuentro con Dios, con los jóvenes, con las familias portuguesas, con la cultura, con la diversidad, con la riqueza interior de cada ser humano que cruzó nuestro peregrinar en Fátima y en Lisboa. Una gracia y un regalo de Dios la
familia Religiosa Carmelita que nos acogió en Fátima. Y en la familia doméstica de João e Inés con sus retoños amados: Duart, Marta y Clarita. Fue una experiencia profunda de Hermandad y Fraternidad” (Hna. Gloria Amparo).

“Participar en la JMJ me llevó a tener una experiencia mucho más allá de mis capacidades, reforzando mi fe y confianza en Dios. Está claro que sólo el amor a una causa es capaz de hacernos salir de nuestra propia seguridad y abandonarnos enteramente en las manos del Señor y en su
providencia. En medio de una multitud de jóvenes de todo el mundo, me hizo darme cuenta de que somos parte de un solo universo donde su lenguaje más común es el amor y es el amor que debe movernos en todo lo que hacemos. Gratitud inmensa a las hermanas por esta oportunidad y a todos los que estuvieron conmigo a través de las oraciones y actitudes que me llevaron a construir esta parte de mi historia” ( Hna. Isaulene Sampaio de Azevedo).

“Participar en la JMJ fue una gracia de Dios, una experiencia de fe, de unidad, de amor que nos conectó con miles de miles de jóvenes sedientos de Dios, que recorrieron kilómetros con el deseo de ver al Papa Francisco y escucharlo, de sentir la energía, la vibración, el sueño de toda esta
juventud, donde el idioma, las altas temperaturas, las distancias, la estrechez de la multitud, la congestión de personas en trenes y metros, no fueran un obstáculo, porque el lenguaje común fue AMOR. Tratamos de poner en práctica el lema de la Jornada Mundial de la Juventud, “María se levantó y partió sin demora” (Lc 1, 39), es decir, superamos muchas barreras, nos apresuramos a estar juntos, pensamos en el otro, extendimos la mano, compartimos la alegría de ser mujeres consagradas capaces de amar y anunciar a Jesucristo” (Hna. Silvana Arboit).

Bendigo y alabo al Señor por esta experiencia de fe que he vivido, donde pude experimentar un encuentro profundo con Dios a través de la oración, la paz interior y el encuentro con cada joven que fue llamado por Dios a vivir esta Jornada. Hoy puedo gritar que: ¡somos una juventud llena de fe y esperanza!, movidos por quien nos llamó a ser heraldos del Reino de Dios, teniendo un solo corazón y una sola alma. Este momento de gracia que Dios me ha permitido vivir, me ha ayudado a fortalecer mi vocación de mujer consagrada y a seguirla diciendo si a su proyecto. Aquí en estas palabras está marcado mi paso por la JMJ (Hna. Mara Isabel Sierra).

Dejamos constancia de nuestro agradecimiento a la Congregación, en especial al Gobierno General, Gobiernos Regionales y nuestras fraternidades, por la oportunidad que hemos tenido. Dios les pague y les colme de bienes.