El 28 de enero de 2023, después de 97 años de presencia en la ciudad, las Hermanas Franciscanas Misioneras de María Auxiliadora finalizaron su presencia en Cruz Alta, estado de Rio Grande do Sul, Brasil. La celebración tuvo lugar en el Asilo San Antonio, una institución de larga estancia para ancianos, donde la Congregación mantuvo una fraternidad durante 76 años, trabajando en la obra de la Sociedad de São Vicente de Paulo – Vicentinos.

La primera presencia de las Hermanas en Cruz Alta se estableció el 1 de mayo de 1926 en el Hospital São Vicente con el propósito de atender a los enfermos y realizar actividades pastorales. El 31 de enero de 1947, las hermanas se instalaron en el Asilo Santo Antonio para cuidar a los ancianos. El 5 de marzo de 1955 se fundó otra fraternidad en Lar da Niña, cerca del Asilo, con el fin de ayudar a las niñas huérfanas y desamparadas. La fraternidad del Hospital fue suprimida en 1972. La de Lar de la Niña en 2004.

La fraternidad de Asilo San Antonio fue fundada por las Hermanas Beatriz Lôndero, Libéria Lumassegger y Flaviana Wieczoreck. Entre 1989 y 2002, parte de las hermanas que asistían a la misión en el Asilo pararon a vivir en una residencia externa donde se formó la fraternidad Santa Clara de Asís. En 2008, otras fraternidades existentes en el lugar fueron suprimidas, quedando apenas la presencia en el Asilo Santo Antônio.

La despedida del Asilo San Antonio fue un momento de emoción para la comunidad, especialmente para los ancianos residentes, los Laicos Vicentinos que dirigen la obra y los Laicos Franciscanos Misioneros de Madre Bernarda – ALMABER, que siempre colaboraron con la misión de las hermanas. En esa ocasión, hubo un almuerzo en honor de las hermanas con la presencia del Equipo de Gobierno de la Región Misionera São Francisco de Asís, con sede en Passo Fundo/RS. Hubo la inauguración de la sala que recibió el nombre de Santa Maira Bernarda y la incorporación de una foto de las últimas hermanas directoras en la sala histórica del Asilo San Antonio. A las 16hs PM, en la celebración comunitaria realizada en la capilla del Asilo Santo Antonio, los presentes recordaron con gratitud y alabanza el itinerario de la presencia de las hermanas y todo el bien hecho en la citada obra.

A continuación, se transcribe íntegramente el discurso del Sr. Irineu Ehmke pronunciado durante el almuerzo. El Sr. Irineu trabajó durante muchos años en el Asilo como administrador de la institución.

“MANIFESTACIÓN”

Respondiendo al pedido de nuestro Presidente, Jorge Bronzatti, de pronunciarme sobre este momento, que marca la despedida de las Religiosas de nuestras obras, confieso que dadas mis ya conocidas limitaciones, sinceramente me faltan palabras que traduzcan fielmente y marcada relevancia, los sentimientos que se apoderan del alma de los Ancianos, Vicentinos, Siervas y Siervos, colaboradores y de la comunidad en general, con la partida de los abnegados y, podemos decir con convicción, Religiosas esenciales de la Congregación de las Franciscanas Misioneras Hermanas de Mana Auxiliadora.

Fueron 79 años de presencia misionera en nuestro Asilo San Antonio. Este humilde ciudadano que os habla tuvo el placer de acompañar y presenciar muestras de las más auténticas obras de donación y amor a los Hermanos Mayores que se beneficiaron de los servicios de la entidad durante grande parte de esta trayectoria. Ha sido siempre un apostolado practicado como mandamiento de la caridad estrictamente dentro del legado de su Fundadora, Santa María Bernarda: “Mi Vivir es el Evangelio”.

Fui testigo de las actitudes y demostraciones de las Hermanas de amor por los ancianos y preocupación por la continuidad de la entidad. Cuando llegué al Asilo en noviembre de 1966, la Hermana Silvânia Schuh era la directora Interna. En ese momento, la escasez era el tónico de la vida cotidiana, incluida la comida. Se comía lo que estaba disponible para el momento. A veces algunas Hermanas renunciaban a su comida por beneficio interno. Periódicamente, el Asilo recibía alimentos de algunos colaboradores, de cooperativas y de Cáritas, dentro del Proyecto de Brasil con algunos países, denominado “Alianza por el Progreso”. No había empleados, pero contaban con la ayuda de algunos ancianos y ancianas en los servicios domésticos, huerta, huerta y cuidado de animales. Muy pocos internos recibían jubilación. Para conseguir alguna plata, al final de cada mes se visitaba a los comerciantes de los barrios cercanos, solicitando donaciones que se registraban en una libreta. Para mí, la Hna. Silvânia era una máquina enchufada las 24 horas del día. No descansaba. Más tarde, con la Hna. Oneyde Miotto reemplazando a Hna. Silvânia, la entrada de nuevos vicentinos con mayor penetración en la sociedad urbana y rural (Americo Macagnan, Ricardo Stefanello, Lino Ceretta, Décio Borges Caino, João Durigon Sobrinho, Anthero Miguel Stefanello y otros), aumentó la capacidad de movilización de la comunidad y las donaciones aumentaron significativamente. La Hna. Oneyde fue otra directora que marcó época en nuestro Asilo. Rara vez se acostaba a descansar antes de medianoche. Primero visitaba las camas para comprobar que los ancianos estuvieran bien abrigados y tuvieran suficientes mantas. En el momento de la gerencia de la Hna. Oneyde, la Hna.Liberia Lumasseger, quien fue una de las primeras hermanas en llegar al asilo en enero de 1944, volvió a vivir en el Asilo. Felices quienes tuvieron el placer de escuchar la narración de los hechos (puntos positivos y dificultades) de su gestión. Fue muy inteligente. Tenía un espíritu de renuncia y sacrificio sorprendente. Como era austriaca, recibía correspondencia de familiares y amigos. Para que Dios ayudara al Asilo en sus necesidades, retrasaba abrirlas y leerlas por quince o veinte días.

La presencia de las religiosas, acompañada de la primordial e indispensable entrega de las vicentinos y colaboradores, fue fundamental para instaurar un clima de gran credibilidad del Asilo en la sociedad, tanto a nivel local como regional. Las donaciones se multiplicaron y, sumadas a los buenos resultados de la Fiesta anual en honor a San Antonio, fueron decisivas para las iniciativas de ampliación y cualificación del servicio que la institución presta a su clientela, principalmente en las áreas de recursos humanos, nutrición y salud.

Todas las demás Hermanas que han servido en nuestro asilo, incluidas las que ocupaban la dirección interna, fueron pilares, fermento de entrega y trabajo desinteresado y cristiano que, junto a os vicentinos y familiares, miembros del clero, empleados, ancianos y donantes (locales y regional), elevó la institución a un nivel de buena calidad y solidez.

Finalmente, queridas y estimadas Hermanas: Nos alejamos físicamente de vosotras, pero permaneceremos firmemente cerca en el camino de la Fe, la Esperanza y la Caridad. Decir “muchas gracias” por tanta dedicación, tanto sacrificio, por tantas renuncias, por los largos setenta y nueve años a favor de las personas residentes en nuestro Asilo Santo Antonio, es muy poco. Queremos expresar nuestro agradecimiento imperecedero en nombre de los Ancianos, Vicentinos, Empleados, de nuestro Asistente Eclesiástico (Padre Márcio Laufert) y de todos nuestros bienhechores en los municipios de Cruz Alta y alrededores.

Por último, consideramos oportuno dejar dos citas para la reflexión de todos los presentes: “La felicidad está en una lágrima que se enjuga, en una sonrisa que se manifiesta, en un anciano que se consuela” (Van Der Meersch) “La caridad consiste en hacer y no en imaginar lo que se debería hacerse, lo que otros podrían hacer, lo que habría que hacer, lo que haría yo, si las cosas hubieran resultado de manera diferente” (H. Sanson).

Escrito por Irineu Ehmke del Asilo Santo Antônio