La sinodalidad es constitutiva de la Iglesia, su punto de partida y de llegada es el pueblo de Dios. El Papa Francisco nos convocó a vivir este proceso con los siguientes verbos claves: Caminar, escuchar, acoger, acompañar, dialogar, participar, compartir, para llegar a ser una presencia de Iglesia en comunión, participación y misión.

Nosotros como vida Religiosa hemos recibido con alegría esta invitación y el Congreso de vida Consagrada, realizado entre el 25 y 27 de junio, em Bogotá, Colômbia, del cual participamos 19 hermanas de la Congregación fue enriquecido con los aportes de la Doctora Emilce Cuda, Padre Ignacio Madera, Hno. Diego José Díaz.

Algunos ecos de sus conferencias: Un fuerte llamado a recuperar la unidad y luego la estrategia. Todos en la misma mesa, con los sentidos despiertos para escuchar la voz del Espíritu.

El proceso sinodal, es ante todo un proceso espiritual. No es un ejercicio mecánico de recopilación de datos, ni de una serie de reuniones y debates. La escucha sinodal está orientada al discernimiento: Nos escuchamos unos a otros, escuchamos la tradición de la fe y los signos de los tiempos para discernir lo que Dios nos dice en el aquí y ahora. El discernimiento implica la reflexión y compromete tanto el corazòn como la cabeza en la toma de decisiones, para buscar y encontrar la voluntad de Dios. Si la escucha es el método del proceso sinodal, el discernimiento es el objetivo, la participación es el camino. El dialogo implica reunirse entre opiniones diversas, Dios habla a través de aquellos que nosotros podemos excluir.

Discernir desde las virtudes teologales es hacer una opción por curar el mundo, existe una estrecha conexión entre las virtudes teologales de los bautizados y los bautizados con los principios de la doctrina social de la Iglesia. Estas virtudes no pueden ser vividas en un intimismo privatista, compromete en saber estar en el mundo sin ser del mundo, incidir en su transformación.

El proceso sinodal nos exige vivir la fraternidad una experiencia, implica recuperar el liderazgo para poder influir en el proyecto del Reino de Dios. Recuperar la fiabilidad, hablar en nombre de Dios, cumplir la voluntad de Dios, ser custodio, guardián y centinela del pueblo.
Afrontar y superar los conflictos, las envidias, los celos, hacer camino de perdón y reconciliación, buscando el bien común.
La sinodalidad es para que Dios reine, vamos juntos haciendo camino, tejiendo relaciones que se instauran a partir de la soberanía de Jesús.

Los grandes retos y desafios que tenemos que enfrentar hoy como vida Consagrada son: La inclusión de lo diverso, nueva ministerialidad en el ejercicio de los liderazgos, nuevos sujetos, nuevos escenarios, la intercongregacionalidad, interreligiosidad, interculturalidad, intermisionalidad, e intergeneracionalidad.

La sinodalidad ha de ser una oportunidad y no una moda pasajera. Caminar juntos como Vida Religiosa nos pide a la manera de los discípulos en el camino de Emaús suspender las confusiones del presente para reconocerle a Él en el camino, ello conlleva a un acto de confianza y esperanza. Seguir navegando en medio de la tormenta porque no podemos simplemente dejar el barco a la deriva y dejar que tome el rumbo que los vientos le señalen. Es la hora de tomar la Vida Religiosa en las manos, de no entregarse a los vaivenes frente al número, es la hora del pequeño resto, de lo humilde y lo sencillo, es la hora de mantenernos fieles al maestro, acariciados por la brisa suave del Espíritu Santo que nos invita a no temer, a no buscar seguridades ni previsiones. Juntarnos animarnos mutuamente en el camino, ser hermanos, amigos, perder tiempo para el encuentro superar los miedos y las soledades porque la única certeza es que Dios sigue operando en la historia.

Por. Hna. Luz Marina Zuluaga