Hna. Rosalba Martinez, misionera colombiana recién llegada a Beruri, Amazonas, comparte su primera experiencia saliendo a visitar comunidades ribereñas, en un contexto de inmensas distancias y grandes ríos. Los desafíos también pueden surgir en cualquier momento…
ESTA HISTORIA COMIENZA EL DÍA QUE SALIMOS DE BERURI….
Se trata de narrar un hecho ocurrido en un viaje a la pastoral ribereña.
La madrugada del 10 de mayo salimos del puerto de Beruri, aproximadamente a las ocho de la mañana, cuando observé personas ayudando a llevar todo lo necesario para el viaje. Todo el equipo que iba a participar en la misión estaba feliz e ilusionado con la gran experiencia que viviríamos. Cuando todo estuvo arreglado en la barca, partimos y el sacerdote dijo una oración:
Dios, luz que nos iluminas, envuélvenos en tu corazón, en tu amor, guíanos por todos los caminos, nos ponemos en tus manos. Danos la sabiduría suficiente para poder captar tus enseñanzas y sembrar con entusiasmo. Nos permite comprender y saborear la riqueza de tu palabra que da sentido a nuestra vida, para poder compartirla con otras personas sin distinción de raza, cultura y en cualquier parte del mundo, sirviendo con generosidad y sacrificando nuestras comodidades. Estamos vigilantes para promover cambios que favorezcan nuestro crecimiento espiritual y el de nuestros hermanos y hermanas.
La experiencia de Dios nos ayuda a construirnos cada día y, a partir de los acontecimientos, abre nuestra vida a verlo en los demás. Te agradecemos por nos haber elegidos, pero también existe el riesgo de perder la paz.
Después de la oración, con la barca ya en movimiento, intentamos acomodar las cosas, mientras admiramos la naturaleza. Conversamos y así transcurrió el tiempo del viaje, cada vez más cerca de la primera comunidad donde iniciaríamos nuestra misión.
Mientras estaba en la proa del bote, alrededor de las 4:00 p. m., la hermana Silvani y el joven Jayton vieron a una compañera de viaje que venía repentinamente hacia nosotros con un chaleco salvavidas y se veía muy nerviosa y asustada, diciendo que había mucha agua en el motor, que estabamos hundiendo y muy desesperadas. Ir. Silvani trató de hablar para calmarla.
Cuando escuché esto; muchas cosas vinieron a mi mente: ¿qué está pasando realmente? ¿Hay algo mal con el motor? ¿Cuanto tiempo demora? ¿Puedes arreglarlo? ¿Cómo podemos ayudar?
Sin entender lo que realmente estaba pasando, me preocupé y por un momento me perdí…. ¿Hace cuánto comenzó esta situación?
Como unos días antes había comenzado a releer el libro: Un alma víctima de Santa Maria Bernarda, recordé una frase: “Trata de superar, con optimismo, las dificultades que se presentan aquí y allá…” Carta núm. 84 “en el rostro la luz de la fe, tanto en los momentos de dificultad interna como externa” carta 105, me sentí más tranquila con estas palabras.
Estoy segura que cada equipo tenía a Dios en mente… pero cada uno tiene su forma de ser y de pensar frente a las diferentes realidades. En ese momento quise saber qué pasaba por la mente de todos acerca de esa situación… Desde mi punto de vista, en el que observé la realidad, recalco que, por intercesión de Santa Bernarda, podemos salir de esa situación, y no está de más pensar que también es una gracia de Santa Bernarda, poder contar con detalle esta travesía que tuvimos.
Cuando miro adentro, está claro que la mecánica nunca se salió de control y funcionó en conjunto. Imagino que estaban poniendo en práctica todos sus conocimientos para encontrar una solución y buscar la seguridad de todos. Pasaron unos minutos, cuando decidieron remolcar el bote con la lancha auxiliar hasta la orilla del río. Buscaron lo más cerca posible y en el mejor lugar que pudieron encontrar en ese momento. Entonces ya teníamos la lancha amarrada a un árbol, siguieron haciendo maniobras para que el pequeño motor ayudara a sacar agua de la lancha, buscaron otras alternativas y adaptaron la bomba de agua de la lancha para sacar agua de la lancha.
Mientras hacían todo esto, le pedí a la Madre Bernarda que los iluminara para que fueran sabios en cada movimiento que hicieran. Seguro que el cura y todos los demás también rezaban para que saliéramos de esa situación. Ese contexto implicó mucha adrenalina y desesperación.
Fruto de todo junto, de las oraciones y de las destrezas de los conductores que trabajaron y se aseguraron de que no entrara más agua, estábamos un poco más seguros, porque después de esas horas habían pasado otras cosas que se sumaron al problema del motor de la lancha.
Llegamos a un lugar y el párroco pudo comunicarse e informar a la comunidad. Comentan la situación y los demás agradecen a Dios por la ayuda divina que tuvimos. Además, el padre, que ahora tenía mucha tensión para todos nosotros, habló con los conductores y tomaron la decisión más sabia de regresar a Beruri para reparar el barco, ya que no habría forma de repararlo en el viaje.
“Hay decisiones en la vida que se debe primar por la seguridad y hasta sobre el esfuerzo que se hizo por la misión en las comunidades ribereñas”.
En resumen: fue un momento para mí donde reafirmo que soy misionera y la Madre Bernarda sigue permitiéndome situaciones como estas, para dejarme siempre en la voluntad de Dios, con todas las consecuencias porque mi consagración no siempre será de buenos momentos, pero también e tristezas, desafíos, desánimos, enfermedades y como dice la Madre Bernarda… “¡ánimo y confianza! Con Cristo y su ayuda venceréis, capaces de responder a las continuas exigencias de la gracia. Renunciar sería una locura. No mires atrás, no te desanimes en las dificultades. ¡En esto, sí, tienes razón! Debe ser cuidadoso y cauteloso! Debes asegurar un barco seguro para cruzar el mar que lleva a la eternidad. El barco está listo. Me embarqué y navegué…” Carta No. 94.
Con esto os digo: confiad siempre en Dios, en Nuestra Señora y en Santa Mª Bernarda. Siempre nos acompañan.
Paz y bien y que Dios bendiga nuestros caminos.