Un hermoso día soleado, el señor Mário, un viejo camionero, llega a casa muy orgulloso y llama a su esposa para ver el hermoso camión que compró después de 20 largos y arduos años de trabajo. Era el primero que lograba comprar después de tantos años de duro trabajo y camino. A partir de ese día, finalmente sería su propio jefe.

Cuando llega a la puerta de su casa, encuentra a su hijo de 6 años martillando alegremente la carrocería del reluciente camión. Enojado y gritando, pregunta qué estaba haciendo su hijo y, sin dudarlo, completamente fuera de sí, golpea sin piedad las manos del niño, quien comienza a llorar desesperadamente sin entender lo que estaba pasando.

La esposa del camionero corre en ayuda de su hijo, pero poco puede hacer. Llorando junto a su hijo, logra traer a la realidad a su marido, y juntos llevan al niño al hospital para tratar las lesiones causadas. Después de varias horas de cirugía, el médico, desconsolado y bastante abatido, llamó a los padres e informó que las heridas eran tan graves, que tuvieron que amputarle todos los dedos al niño. Sin embargo, el niño estaba fuerte y resistió bien la cirugía. Los padres deberán esperarlo en la habitación.

Cuando despertó, el niño aún somnoliento sonrió y le dijo a su padre:
– Papá, lo siento. Sólo quería arreglar tu camioneta, como me enseñaste el otro día. ¡No te enfades conmigo!

El padre, conmovido y profundamente arrepentido, le dio un fuerte abrazo a su hijo. y dijo que ya no importaba. No estaba enojada, lamentaba haber sido tan dura con él y que la carrocería del camión no había sufrido daños. Entonces el chico de los ojos radiantes preguntó:
– ¿Eso significa que ya no estás enojado conmigo?
– ¡Por supuesto que no! – respondió el padre.
A lo que el niño pregunta:
– Si me perdonan papi, ¿cuándo volverán a nacer mis deditos?

Moraleja de la historia

En momentos de ira ciega, lastimamos a las personas que más amamos, y muchas veces no podemos “curar” la herida que dejamos. En momentos de ira, intenta detenerte y pensar en tus acciones, para evitar que el daño sea irreversible. No hay nada peor que el arrepentimiento y la culpa.

¡Piénsalo!