Y el RÍO corre solo.
Sigue tu camino.
No es necesario presionarlo. Se deten un rato en el remanso.
Se dá prisa hacia las cascadas.
Se deslíza suavemente por las bajadas.
Salta a las cascadas. Pero, en medio de todo esto, continúa su camino.
Sabes que hay un punto de llegada.
Sabes que tu destino está por delante.
El río no sabe retroceder.
Su camino es seguir adelante.
Es victorioso, abrazando otros ríos, llega al mar.
El mar es tu plenitud. Está llegando al punto final.
Es haber hecho el camino.
Es haber realizado plenamente su destino.
Nuestras vidas deben ser conducidas por el camino del río.
Déjalo ir como debería.
Sin prisas y sin frenos. Sin tener miedo a la calma y sin evitar las cascadas.
Corre el camino del río, en la libertad del lecho de la vida, sabiendo que hay un punto de llegada.
La vida es como el río.
¿Por qué apresurarse?
¿Por qué correr si no es necesario?
¿Por qué empujar la vida?
¿Por qué llegar antes de partir?
Toda la naturaleza no tiene prisa.
Sigue tu camino. Así es el árbol, así son los animales.
Todo lo que se apresura pierde su sabor y significado.
La fruta obligada a madurar prematuramente pierde su sabor.
Todo tiene su ritmo.
Todo tiene su tiempo.
Entonces, ¿por qué apresurar nuestras vidas?
Deseo ser un río.
Libre de los empujones ajenos y propios. Libre de la contaminación ajena y mía.
Río original, limpio y libre.
Rio que eligió su propio camino.
Un río que sabe que tiene un punto de llegada. Sabes que el tiempo no importa.
No importa si naciste a mil o a un kilómetro del mar.
Lo importante es llegar al mar. Es importante decir “ya llegué”.
Y porque llegué, estoy realizado. Deberíamos decir: no apresures el río, se mueve solo.
Por eso debes decirte a ti mismo y a los demás: no apresures la vida, camina sola.
Déjala seguir su camino normal.
Es importante saber que hay un punto de llegada y saber que llegarás allí.
¡Qué bueno vivir a la manera del río!
“Si no hay frutos, la belleza de las flores vale la pena; si no hay flores,
la sombra de las hojas valió la pena;
Si no hay hojas, la intención de la semilla valió la pena.

Fuente: Henfil