Marzo 8 de 1916

¡Ave María!

En Jesús amadas hijas:

“¡Virtud y más virtud!” Así exclamó la beata María de Agreda en su lecho de muerte. Ciertamente, los afanes por realizarnos en cualquier otro campo, por bueno que sea, poco valen comparándolos con el más pequeño acto de sólida virtud.

Hermanas, ¿por qué tanta preocupación por adquirir nuevos métodos de formación, promoción, aggiornamento, etc., y tan poco esfuerzo en la práctica de virtudes sobrenaturales?
-¿Pueden estar satisfechas al examinarsen respecto a sus votos y compromisos, especialmente el de la obediencia?
-¿No sienten remordimientos al registrar tantas infidelidades y descuidos voluntarios en ejecutar órdenes impartidas con toda claridad?
-¿Qué les parecen ciertos gestos despreciativos, incluso expresiones y risitas desdeñosas frente a la autoridad y a obediencias violadas sin escrúpulo alguno?

Qué pena da observar hermanas que se ruborizan al ocurrírseles algún trabalenguas y que permanecen tranquilas en presencia de continuas claudicaciones en cuestión de obediencia. Pienso que tales hermanas nunca captaron a profundidad el alcance de sus sagrados compromisos. Con todo, no me queda fácil excusarlas, puesto que todas han sido bien instruidas y en ninguna fraternidad les faltan las exhortaciones.

Hermanas, ¿quieren que sus superioras se sumerjan en silencio para siempre? ¡Dios las ilumine!
Por María, la Madre de Dios, las saluda su madre,

María Bernarda del sagrado corazón de María.

Cartas de Espiritualidad #1