Cartagena, abril 14 de 1913

¡Ave María!

En Jesús amadas hijas:

Como almas consagradas, tienen obligación estricta de aspirar a la perfección de su estado. Este deber les exige esfuerzo grande y constante vigilancia sobre sus ojos, sus oídos y su lengua. El control de las facultades internas es aún más importante y difícil. Ellas son causa de prolongadas batallas libradas dentro de ustedes mismas.
Amadas hijas, mortifiquen sobre todo su lengua. Digan siempre la verdad, y sólo la verdad. Cuando es preciso hablar, hagan de su lengua un vehículo del bien; en tiempos de expansión, conviértanla en instrumento de sana y alegre animación. Ajusten tanto sus acciones como sus conversaciones a las circunstancias del momento y ¡háganlo bien!
Edúquense a sí mismas y empleen sus sentidos externos conforme les pide el deber y la caridad. En lo demás, sean modestas y cultiven la intimidad con Dios. No se ocupen de cosas y personas ajenas a su obligación. Procuren un recogimiento especial durante la Celebración Eucarística. Pero apliquen muy bien todos sus sentidos para cumplir a cabalidad los oficios que durante la misa deben atender.
Cumplido el deber, vuelvan pronto a Dios y permanezcan en Él. Sus ojos, espíritu y corazón sólo deberían ocuparse en el servicio de Dios y de su apostolado. No se dejen absorber por el bullicio de los acontecimientos; esto las apartaría del camino de la perfección. Eviten el peligro de la herejía de la acción.
Agradezcan a Dios si sus superioras las orientan a este autocontrol. Sean humildes cuando les hacen cualquier orientación.
¡Adiós! Por María la Madre de Dios, las saluda su madre,

María Bernarda del Sagrado Corazón de María.

(Cartas de Espiritualidad #1)