Obra Pía, diciembre 17 de 1913

¡Ave María!

En Jesús amadas hijas:

Gracias por todas las oraciones, comuniones y buenos deseos; ¡Dios se los pagará! Acaban de salir de los santos ejercicios y están llenas de santo fervor. ¡Qué gran cosa es el fervor y el primer amor, recuerden!

Entonces volaban de sacrificio en sacrificio y recibían gracia tras gracia. Hermanas, vuelvan a este primer fervor y a este primer amor; ¡se los suplico! Pídanselo a Cristo en la Eucaristía, pídanselo en la oración. Si alguna entre ustedes nunca hubiera experimentado este carisma, no se amilane por ello, búsquelo desde ahora y perseveren en él. Que el fervor y el santo temor de Dios nunca las abandonen, no sea que les tengan que aplicar estas palabras apocalípticas: “Ojalá fueras frío o caliente! Ahora bien, puesto que eres tibio y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca”.

Amadas hijas, no las quiero asustar, sólo quiero prevenirlas contra la rutina. Todos los días tomamos nuestra refección corporal, tomemos también los medios necesarios para acrecentar nuestro fervor en el servicio de Dios. ¡Piensen en Dios, trabajen por Él, vivan para Él y amadlo! Todo esto fomenta y conserva el primer fervor. No malgasten el tiempo con palabras vacías, con cavilaciones egocentristas, o bien, idolatrando sus caprichos y comodidades. Todo ello ahoga el fervor. Eviten hasta las faltas más pequeñas. Cumplan la Voluntad de Dios, que es su santificación, y no se opongan a ella por falta de mortificación.

Hermanas, sean buenas hijas de Dios hasta el último instante de sus vidas. ¡Que el Niño de Belén les sirva de modelo, las ampare y les dé su Paz!

Por María Santísima y su dulce Niño, las saluda su madre,

María Bernarda del Sagrado Corazón de María

Cartas de Espiritualidad #1