Obra Pía, noviembre 18 de 1916

¡Ave María!
En Jesús amadas hijas:

Esta es mi llamada de despedida. Estoy a punto de partir y las exhorto desde lo más intimo de mi corazón: “Busquen aquello que les aprovecha para la vida eterna!”
REFLEXIONEN: ¿Qué significan mis continuas infidelidades a la luz de la Patria? ¿Qué ganancia me aportará mi egocentrismo? ¿Qué consuelo me proporcionarán mis actitudes caprichosas, mi orgullo y mi resentimiento? ¿Qué pensaré entonces de mi pobreza tantas veces quebrantada, y qué de mis frecuentes faltas contra la caridad?

PERDONEN, ¡soy madre!… ¡Dejen que las amoneste, que las exhorte, que les suplique como a hijas muy amadas en el Señor! ¡Tomen en serio su consagración! ¡Sean fieles a sus compromisos! ¡Luchen sin tregua aun, contra las más pequeñas faltas!

– ¡Qué lástima pararse a medio camino!
– ¡Qué pena, hallar tantísimas almas consagradas, que a pesar de su situación ventajosa, se dejan ganar en perfección de no pocas mujeres pobres e ignorantes! Y ¿por qué? ¡Son cobardes y flojas para dar respuesta a su lucha, les respondo!

Hermanas, pronto voy a partir y desde el umbral de la otra vida les ruego:
– ¡Sean dóciles y suaves en pensamientos, juicios, palabras y obras!
– ¡Ámense en Dios mediante el mutuo servicio y a través de miradas y palabras!
– ¡Practiquen la santa pobreza a ejemplo de nuestro Seráfico Padre!
– ¡Contrólense paso a paso como auténticas personalidades que comprenden que lo que se resta a los sentidos voraces, incrementa nuestra intimidad con el Señor y nuestra caridad a los demás!
– ¡Sean un testimonio eficaz de su consagración!

Amadas hijas, ¡les exijo mucho!… Sólo la oración constante y la continua práctica de una humildad sincera las hará capaces de perseverar en una vida religiosa que vale la pena ser vivida. Mis exhortaciones son severas, ¡les sirvo pan duro!… Pero no se me escapa la satisfacción que experimentan en la última hora, si junto con el manjar tomado de tratados espirituales, se percataran también de haber hecho fructificar la más pequeña semilla que quiso sembrar en sus almas, su madre en el Señor.
¡Adiós! Las saluda por María, la Madre de Dios, su madre

María Bernarda del Sagrado Corazón de María

Cartas de Espiritualidad #1