Cartagena, septiembre de 1920

¡Ave María!
En Jesús amadas Hijas:

Cumpliendo con un deseo de nuestra buena Reverenda Madre, les quiero escribir hoy algunas palabras acerca de la “dama pobreza” de nuestro glorioso Padre San Francisco.
Acorde con la pauta dada a sus hijos, debemos tener igual estima por el oro que por el lodo de la calle. En consecuencia, alejemos aun las apariencias de retener cosas reñidas con la estricta necesidad. Ha pasado el tiempo de la legendaria caridad de los primeros cristianos. Hoy sería mal vista la mendicidad practicada en tiempos atrás. Por tanto, quisiera grabar en sus mentes tres pautas concernientes a la “pobreza actual”:

I. LA LEY COMÚN DEL TRABAJO:

Jóvenes y ancianos, de por vida debemos permanecer fieles a esta ley común, dada en el paraíso terrenal. Seamos diligentes cual abejas, y compartamos el sudor y el fruto de nuestro trabajo común. Tenemos especial obligación con nuestras casas de formación, ancianatos y casas pobres en bienes materiales. Enviemos generosas nuestras contribuciones, para que nuestra Madre General pueda repartir, con cariño maternal, del erario común.

II. CONSUMO CONTROLADO:

Todas las hermanas, cualquiera que sea su apostolado, absténgase de cosas no estrictamente necesarias. No retengan dinero alguno no siendo que les fuere dado para su administración. No recarguen sus conciencias disimulando gastos y entradas. Anoten hasta lo más mínimo, todo lo que se relaciona con el dinero, y lleven bien su contabilidad.

III. SER POBRES DE VERDAD:

Nos hemos de sentir pobres efectivamente. En consecuencia, cuidemos los implementos de nuestro trabajo como vasos sagrados de la Iglesia.
Reparemos cuanto antes las cosas dañadas. Seamos humildes y apreciemos también las cosas de poco valor. No nos dé vergüenza llevar una astillita al fogón, utilizar hebras cortas, lapicitos, pequeños trozos de papel, tela antigua, ropa incómoda, contentémonos con la comida común, etc. No hay nada pequeño a la luz de la eternidad. Grande será la gloria que nos merecerá en el más allá, la fidelidad a la pobreza, y muy grande será el gozo y la liberación que nos producirá ya acá.

¡Adiós! Por el Sagrado Corazón de Jesús, las saluda su madre,

María Bernarda del Sagrado Corazón de María

Cartas de Espiritualidad #1