Cartagena, junio 27 de 1913

¡Ave María!

En Jesús amadas hijas:

Les deseo la inmensa gracia de adquirir el espíritu de unión e intimidad con Dios. Páguenle, amor con amor; sean almas consagradas totalmente; busquen siempre nuevas formas para experimentar a Dios en sus vidas y sírvanle siempre mejor.

Es un hecho que a las almas interiores se les detecta inmediatamente:

  • Ellas exhalan inconscientemente la vivencia experimental de lo divino.
  • La comunican a través de sus miradas transparentes, reposadas y subyugadoras.
  •  Esparcen un aire de elevada y límpida espiritualidad que se dirige hacia Dios como el girasol al astro del día.
  • Todo esto lo hacen de una manera espontánea y humilde, y sin ostentación alguna.

Amadas hijas: No se excusen diciendo que esto es imposible en los momentos actuales y en medio de las faenas de su apostolado. Se engañarían con semejantes contradicciones. Ciertamente, es difícil ser un alma interior; y la adquisición de la intimidad con Dios demanda una buena dosis de humildad y amor de oblatividad. La humildad atrae la Gracia Divina y donde ella fluye brota por sí misma la santa caridad. Donde arde ésta, desaparecen casi por encanto las imperfecciones, o ceden fácilmente a una voluntad fortificada por la gracia y se hace capaz para el heroísmo.

Yahvé dijo a Abraham: “Anda en mi presencia y sé perfecto”. Ustedes saben que llevamos a Dios dentro de sí. Qué fácil es andar en su presencia. Relaciónense con Él de mil maneras y aprovéchense de la inhabitación trinitaria en sus almas.

Hermanas, busquen también a este Huésped Divino en sus enfermos, ancianos, educandos y en todas partes. Pronto verán el fruto que produce esta práctica en el ambiente de su apostolado.

Y, finalmente, consideren que sólo la humildad y el amor de oblatividad les pueden abrir las puertas a esta vida interior y, por tanto, ¡luchen!

Por María, la Madre de Dios, las saluda su madre,

María Bernarda del Sagrado Corazón de María

(Cartas de Espiritualidad #1)