Obra Pía, enero 21 de 1916
¡Ave María! En Jesús amadas hijas:
¡Consigan, esta “obediencia evangélica!” ¡Búsquenla, impulsadas por un santo ardor! ¿Quieren ser perfectas? ¡Obedezcan como Cristo obedeció! Lleven a cabo una poda en el propio querer, muchas veces maleado por el capricho… Ciertamente, no elogio un proceder “ciego”, donde una mano autómata ejecuta una orden sin amar y sin vigor. La verdadera obediencia evangélica no se manifiesta así.
- Ella es efecto de un espíritu interior que todo penetra y vitaliza. Este espíritu interior mueve al hombre exteriormente y dinamiza todas sus facultades interiores. Vean la hermana que se halla bajo su influjo: con paso ágil y resuelto marcha a su diario quehacer. Feliz, tres veces feliz una fraternidad que tales hermanas albergan en su seno. ¡Ojalá hubiera siquiera una sola así en cada casa!
- Sería un apoyo firme para su comunidad.
- Sería un muro cuatro veces reforzado de nuestra amada Congregación.
- Sería la sal que toda sazona y conserva.
- Sería un faro luminoso a la vista de otras hermanas de corazón sensible aun.
Sería, esta obediencia evangélica, hecha vivencia entre nosotras, el atractivo de muchas que han conservado aun su sencillez de niña. Pero, ¿dónde están estas hermanas, y dónde estás hijas reales de Dios? ¡Pudieran abundar en la congregación, si todas quisieran realizarse bajo el impulso de los carismas recibidos!
Oh, ¿qué apodo daré a este egocentrismo que niega doblegarse ante el yugo de Cristo? ¿Cómo tildaré esta necedad que desprecia las gracias que aporta una auténtica “obediencia evangélica?”
Amadas hijas, ¡piénsenlo bien! La locura de la Cruz de Cristo es aún muy actual. Año por año, en Semana Santa, la Iglesia nos lo recuerda: “Cristo se hizo obediente por nosotros hasta la muerte y muerte de cruz”. Preguntémonos a menudo: Cristo, ¿qué clase de obediencia esperas tú de mí?
Por María, la Madre de Dios, las saluda su madre,
María Bernarda del Sagrado Corazón de María.
Cartas de Espiritualidad # 1