Cartagena, febrero 26 de 1913
¡Ave María!
En Jesús amadas hijas:
¡Es Pascua de Resurrección, “aleluya”, y por eso, dejen que suban mentes y corazones!
Hemos de elevar a Dios un alma purificada, por tanto, comencemos a explorar nuestro mundo interior. Es un hecho innegable, fácil de constatar, que nuestros pensamientos se suceden sin interrupción. Su contenido es variado, y un análisis del mismo arroja valores diversos:
- Hay pensamientos y afectos que se orientan directamente al Sumo Bien, otros son engendradores de acciones buenas, al servicio de Dios y del Hermano.
- Muchos, empero, son inútiles y no pocos son pecaminosos, y su fruto es la esterilidad y el pecado.
- Muy importante es la investigación de nuestro mundo interior. Su conocimiento es básico para fomentar lo positivo y corregir lo negativo de nuestra personalidad. Dejaremos de ser “Almas Consagradas” en el momento de abandonar el control de nuestro mundo interior. En efecto:
- Poco fruto produce el Pan Eucarístico colocado en un recipiente colmado de elementos incompatibles.
- El dinamismo de la gracia queda impedido para sazonar sus propios frutos.
- Los pensamientos que no se orientan directamente al servicio de Dios y de nuestro apostolado, fácilmente nos privan de la paz y de la unción espirituales, factores importantes de una vida sobrenatural fecunda.
Un alma derramada será juguete de sus pasiones, se debatirá en luchas amargas consigo misma, y difícilmente experimentará la sublime presencia del Dios UNO Y TRINO, dentro de si misma.
Quiera el bondadoso Señor iluminarlas sobre estas verdades. Dios nos ha creado para sí, dice San Agustín, y hacia Él deben tender todas nuestras facultades.
Oremos las unas por las otras. Las saluda su madre que las ama,
María Bernarda del Sagrado Corazón de María.
(Cartas de Espiritualidad #1)