Cartagena, mayo 12 de 1919
¡Ave María!
En Jesús amadas hijas de “María”:
¡Qué tierna y fiel Madre nos entregó el Redentor, pendiente de la Cruz! Ciertamente, nos causará rubor mirando nuestro modelo y comparando nuestro estilo de vida.
-¡Contemplemos a María en su conmovedora sencillez!
-¡Admiremos su porte digno!
-Sus miradas emanan mansedumbre y paz.
-¡Caminando y hablando derrama terneza, bondad y suavidad!
-Jamás escapó palabra ofensiva alguna de estos labios portadores de amor.
-Nunca apareció en su rostro señal de ofuscación.
La grandeza del alma de María se reflejó a través de su belleza exterior. No pudo haber sido de otro modo, sabiendo que era la “Pura e Inmaculada Concepción”. Aquí radica la diferencia, puesto que nosotras somos las hijas pecadoras de Eva.
Pero, ¿nos impedirá nuestra condición pecadora, mirar a María con el fin de imitar sus virtudes y cantar sus alabanzas? No, precisamente, esta es nuestra obligación. Para esto nos cedió Cristo su Madre desde el patíbulo de la Cruz. Imitemos a María, aprendamos a ser silenciosas, modestas y rebosantes de caridad. Compitamos durante este mes en la imitación de las virtudes de nuestra Madre Celestial. La recíproca emulación nos comportará consuelo y crecimiento en el amor.
Debemos parecernos a nuestra Madre, si queremos ser hijas suyas. Nuestra semejanza corresponderá al esfuerzo en su imitación. ¡Lancémonos confiadas a esta hermosa tarea; la gracia nos ayudará!
¡Adiós! Por el dulce Corazón de María, las saluda su madre,
María Bernarda del Sagrado Corazón de María