¡Ave María!

En Jesús amadas hijas:

Es tiempo de Cuaresma; es tiempo propio de contemplación de la Pasión de Cristo y María. Contemplen los dolores de los DOS, ¡contémplenlos con amor y gratitud!

Miren, amadas hijas, la Madre Celestial se une a su Divino Hijo en “compasión redentora” para la salud del mundo. Las exhorto encarecidamente para que se dediquen todos los viernes, un ratito siquiera a la contemplación de los dolores de esta amable madre. Esta práctica les será de gran provecho en la hora de la muerte, especialmente si logran acoplarla a un ejercicio fervoroso de auto superación.

Demuestren a la Virgen de los Dolores su gratitud por medio de un acto bueno, todos los días de su vida. Al contemplar su séptimo dolor, recuerden con paz sus fallas personales. Recuerden también que María ofrece por ellas el rescate de perdón. ¡Qué grande es su amor de Madre! Únanse con Ella con amor de oblatividad. No pase día alguno sin presentarle algún don forjado sobre el yunque de la abnegación. Los viernes y sábados, doblen su fervor. Pongan confiadas sus dádivas en sus manos virginales desde donde volverán a ustedes transformadas en frutos de redención.

Al considerar, uno por uno, sus siete dolores, busquen su paralelo en sus propias vidas, y sean magnánimas. ¡Amor con amor se paga! Son múltiples las ocasiones de cada día, para sufrir y redimir con y como María. Sólo por la generosa conjugación de: “contemplación – oblatividad” se harán corredentoras con Cristo y María. Y, no olviden: ¡La oración sin sacrificios es semejante a una sopa sin sal!

Encomendémonos mutuamente al amparo de la Madre Dolorosa, en la vida y en la muerte. Reciban mis maternales saludos por medio de la Virgen de los Dolores. Su madre que las ama,

María Bernarda del Sagrado Corazón de María.

Cartas de espiritualidad # 1