Obra Pía, mayo 8 de 1916

¡Ave María!
En Jesús amadas hijas:

“El Evangelio” es santo y celestial mensaje traído por Cristo, conservado incólume por su Iglesia y comunicado por ésta con oportunidad maravillosa a sus hijos necesitados. El desconocimiento de la Palabra de Cristo tiene funestas consecuencias en la vida religiosa, como:
– Obediencia coja.
– Faltas notables contra la caridad fraterna.
– Impotencia para practicar la humildad.

Somos franciscanas y nuestra Regla es el mismo Evangelio. Por tanto, una franciscana ha de escuchar la Palabra de Dios con interés, y, ante todo, debe estudiarla con atención. El contenido de su meditación será frecuentemente de índole parenética, como: Lc 13,3; Mt 7,14; Lc 16,8. etc. Para fortificar y consolar su alma con las promesas del Salvador, contemplará periconas como: Mt 7,7; Jn 7,37 ss.; Mt 11,28, etc.

Hermanas, ¡les suplico desde lo más íntimo de mi corazón, que levanten su edificio de virtudes sobre las bases firmes del santo Evangelio y el ejemplo de Cristo!
Les ruego a ustedes superioras, que promuevan entre las hermanas, estudios de investigación sobre el santo Evangelio, con la participación de todas las hermanas de la comunidad. Exijan la intervención de todas y cada una, desde la más joven hasta la más anciana. Créanme, el estudio comunitario de la Palabra de Dios, es la garantía para el surgimiento de una auténtica vida cristiana y religiosa, y es el sostén de nuestras fraternidades. La razón de la actual crisis religiosa, tanto en el mundo como en el claustro, es la ausencia de virtudes inspiradas y basadas en el Evangelio.

Hijas mías muy amadas: encamínense con paciencia, constancia y santo fervor, a ese sendero de luz, el santo Evangelio. Por este sendero llegarán seguras a la eterna bienaventuranza.
¡Adiós! Por María, la Madre de Dios, las saluda su madre,

María Bernarda del Sagrado Corazón de María.

Cartas de Espiritualidad #1