Cartagena, diciembre 10 de 1913

¡Ave María!

En Jesús amadas hijas:

No soy teóloga ni conozco las leyes de la lógica. Dios me conduce por el camino de la simplicidad para brindarles la semilla del bien. Al escribirles, mi móvil es el amor hacia ustedes.

Les diré que la “devotio interior” actúa como una esposa fiel que dispone y adorna la recámara nupcial para los encuentros con el esposo. Un alma interior es semejante a la Tienda Sagrada donde levanta su trono la Trinidad, y desde donde derrama las cataratas de su gracia. Palabras altisonantes dirán, y ¿dónde queda la realidad? Hermanas, les respondo: el acceso a este paraíso interior depende de ustedes. Superen sus inclinaciones naturales y libérense de su egocentrismo. Dios en persona las guiará en esta autosuperación. Se acomodará paso a paso a su capacidad receptiva, y antes de sospecharlo, se hallan cerca de Dios y llenas de “devotio interior”.

Esta llegó montada sobre sus lenguas silenciosas; brotó de las mil renuncias impuestas a sus sentidos exteriores; fue engendrada por el dominio de sus potencias interiores. Al comienzo les costará trabajo por la resistencia que opondrán los sentidos, y porque hay que sacrificar gustos sensibles. Pero al final del camino estará el paraíso de las delicias espirituales, con su calma y los frutos de toda virtud. La lucha será ardua, pero la unción del Espíritu Santo mitigará su ardor.

La “interiorización” es una conquista lograda por la perseverante lucha y la humilde oración. Las almas interiores son pequeñas a sus propios ojos, en los ojos de las personas superficiales y ante el mundo en general. Con todo, dejan a su paso una estela de luz en la cual se descubre a Dios.

Amadas hijas, sean almas interiores en cualquier oficio, edad o condición, La humildad y el mutuo aprecio fomentan esta “devotio interior” que vivificará sus almas y les dará alegría y frescor. La Trinidad misma las introducirá en esta vivencia divina y las hará cristiformes. Las almas Interiores son grandes apóstoles por su ejemplo, y son Teofanías que convencen y arrastran. Pidamos esta gracia de la interiorización las unas por las otras.

¡Adiós! Por María, la Madre de Dios, las saluda su madre que las ama,

María Bernarda del Sagrado Corazón de María

Cartas de Espiritualidad #1