Cartagena, mayo 16 de 1913
¡Ave María!
En Jesús amadas hijas de María e hijas mías:
Estamos en el hermoso mes de mayo, y por eso me siento impelida a dirigirme a ustedes con el título de “Hijas de María”. Supongo que todas se han consagrado algún día a la esclavitud de su Reina Celestial. Recuerden y renueven frecuentemente esta consagración que ciertamente, no es un voto formal, sin embargo, reviste las señales de un compromiso de amor.
Este compromiso les aprovechará en la medida en que se esfuercen por ser auténticas “Hijas de María”. Vean sus requisitos:
– Vida de silencio, de humildad, de intimidad con Cristo y de fidelidad al Querer Divino.
– Desarrollo dinámico de la gracia, tan abundante para el alma religiosa.
– Huida de la superficialidad, cultivo de la oración y conversión de su trabajo y de su expansión en teofanías que convencen y arrastran.
Amadas hijas, después de Dios, María ha de tener el lugar de predilección en sus afectos. “Donde está tu tesoro, allí está tu corazón”, dice un adagio. Ustedes saben muy bien “QUIÉN” es su tesoro supremo. Sería triste vivir agobiadas por la disipación y apetecer valores caducos. Libérense de estos fantasmas que esclavizan y de estos deseos que las apartan del Sumo Bien. Dios está a su alcance fuera y dentro de ustedes. ÉL mismo les ofrece su ayuda para seleccionar los valores, pero exige su cooperación.
Ánimo hijas, y prontas a la conquista de valores imperecederos. Pídanselo a su Madre Celestial, que con gusto las escuchará.
Por esta su madre, las saluda cordialmente su madre,
María Bernarda del Sagrado Corazón de María.
(Cartas de Espiritualidad #1)