Cartagena, octubre 22 de 1913
¡Ave María!
En Jesús amadas hijas:
Me siento satisfecha al saber que han recibido bien mis insinuaciones y que procuran ponerlas en práctica. Veo que tienen buena voluntad. Ustedes saben que Nuestro Padre San Francisco llamó a la Pobreza su Reina y Señora. La había recibido de Cristo que la adoptó por compañera de su vida terrena, y la divinizó por nuestro amor. Si somos auténticas hijas de Francisco, rendiremos culto a su Dama Pobreza. Veamos, si esto es verdad:
- ¿Nos agrada oír hablar de pobreza?
- ¿Amamos y apreciamos nuestra pobre túnica franciscana?
- ¿No rechazamos ciertas prendas de vestir por incómodas o poco agradables?
- ¿Estamos contentas con la comida común?
- ¿Experimentamos pesar por ciertas innovaciones modernas que apoyan la comodidad y nos llevan al lujo?
- ¿Si se les ofrece la ocasión, eligen lo más pobre?
- ¿Están prestas para ceder cualquier objeto en provecho de otros?
- ¿Son fieles en tomar permisos?
- ¿Confiesan valientemente cualquier daño causado?
- ¿Son humildes para pedir y agradecidas al recibir?
- ¿Son sencillas para recibir cualquier excepción de la vida común, y capaces de prescindir de ella apenas puedan seguir de nuevo el orden común?
Hijas, más ¿pueden afirmar de verdad que tienen el celo por la pobreza seráfica, la aman, la defienden y la fomentan dentro de la Congregación?
Todas estas reflexiones están a su disposición en cualquier tratado de ascesis religiosa. Pero, quiero añadir algunos pensamientos más para su edificación. Se acerca Navidad, tiempo de contemplación y de amor. Del pobre Niño de Belén salió la chispa que hizo de Francisco un Serafín de amor y lo hizo abrazarse a una pobreza rayana en locura:
- y se desposó con ella y la amó;
- y bajaron juntos a la fuente a cenar;
- juntos se dispusieron a descansar bajo el cielo de la campiña;
- y abrazado con ella en casto amor, tocó en las puertas de la eternidad.
Hermanas, ¡cuántas pinceladas les faltarán para elaborar el cuadro de imitación! Les suplico, no destierren a la Dama Pobreza de las casas. Donde ella reina abundarán las bendiciones celestiales y habrá un espíritu auténticamente franciscano. ¡No se gobiernen por la ley de la comodidad y del menor esfuerzo!
Las saluda por María Santísima, su madre,
María Bernarda del Sagrado Corazón de María.
Cartas de Espiritualidad #1