Cartagena, noviembre 12 de 1913

¡Ave María!
En Jesús amadas hijas:

Bien saben que una vida de apostolado misionero no puede compaginarse con la clausura papal. En su lugar guardaremos una clausura acomodada a nuestras condiciones actuales, por ejemplo:

  • Saldrán de casa, cuando las necesidades estrictamente lo exigieren.
  • En lo posible saldrán acompañadas, aún en caso de viajes largos, no obstante el gasto mayor.
  • No exigirán lugares de veraneo, cambio de clima, etc., sin una urgencia especial. Tomen los descansos en las casas de la congregación. No olviden las superioras de proveer debidamente a esta necesidad. Con todo, recuerden que el mejor aire para una religiosa es el aire conventual, aunque a la salud le conviniera algo diferente.

Quiero que todas mis hijas se graben con caracteres de oro estas palabras: “¡No quiero ver, si no lo que es de mi deber; no quiero ser vista, sino por Aquel que recibió los votos de mi amor!” Feliz la religiosa que sólo desea pensar, hablar y obrar para dar gloria a Dios.

Hermanas, la clausura exterior es la casa religiosa, el aula, la enfermería o cualquier lugar del apostolado. La clausura interior es e alma donde habita la Santísima Trinidad por la gracia santificante. Sean conscientes de esta feliz inhabitación. Dialoguen con este Dios interior, ámenlo y pídanle su ayuda. Relativamente es fácil el acceso a este santuario interior, pero, no obstante, queda vedado a las almas superficiales que todo quieren ver y todo quieren saber.

Hijas mías, no se comporten como los mundanos, antes cierren las puertas de sus almas para percibir las vivencias divinas de la Trinidad inhabitante. Sacrifiquen gustosas sus sentidos para preferir las intimidades del Huésped Divino. Esta es de verdad una conducta digna de almas consagradas. Así se convierten en hijas de la luz y en ornato precioso de la Madre Iglesia. Ánimo, pues, y construyan este santuario interior desde el cual llegan las bendiciones celestiales al mundo.

¡Adiós! las saluda por María, la Madre de Dios, su madre que las ama,

María Bernarda del Sagrado Corazón de María.

Cartas de Espiritualidad #1