Marzo 10 de 1914

¡Ave María!
En Jesús amadas hijas:

“Eres polvo, y al polvo volverás”. Saludable llamada ésta, hecha por la iglesia en tiempo cuaresmal. Realmente, ¡cuán frágil es la morada de nuestra alma! De polvo es hecha; no tiene cimientos firmes; poco tiempo está en pie; pronto se derrumbará y en el olvido reposará hasta que la mano Todopoderosa la construya en feliz inmortalidad.

Hermanas, ¡de cuántos cuidados y mimos es objeto nuestro cuerpo! Empecemos a tratarlo con sobriedad y prudentemente. En muy poco lo tenía nuestro seráfico padre San Francisco: reconstruyan sus expresiones: asno, vil, etc. Hagamos que se contente con lo necesario:

– El alimento indispensable.
– El vestido para cubrirse.
– Lecho pobre para descansar.
– Trabajo y sudor para ganar el pan.
– Lo ínfimo en todo.
– Siempre contentas.
– Satisfechas al carecer de algo.
– ¡Agradecidas por todo!

Hermanas enfermas, esfuércense por recuperarse tomando medicina, alimento y descanso reparador. Luego, practiquen la paciencia en el sufrimiento y dejen que Dios les prepare el galardón, acorde con sus trabajos y su amor. Consuélense con las palabras del apóstol: “Lo que ni ojo vio, ni oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman”.
Amadas hijas, no las turben las dificultades inherentes al servicio en colegios y hospitales. No la acobarden las mil renuncias y las críticas de cada día. Pronto escucharán el Santo, Santo y el aleluya de los coros celestiales. Dejen que sufra este cuerpo de carne; también él recibirá un día su recompensa.
La gracia de arriba las fortifique. ¡La Sangre Preciosa de Cristo las purifique! Esto queremos pedir las unas por las otras.

Por María, la Madre Dolorosa, las saluda su madre,

María Bernarda del Sagrado Corazón de María.