Obra Pía, agosto 15 de 1915
¡Ave María!
En Jesús amadas hijas:
¡Humildad, preciosa virtud!
¡Oh celestial virtud!
¡Apetézcanla!… ¡Empequeñézcanse como niños ante Dios y ante los hombres, y el Dios Uno Y Trino hará su morada en ustedes!
¡Compréndanla!… La humildad no viene a ustedes sin grandes luchas y esfuerzos. Hay que encauzar el egocentrismo; hay que sobreponerse a las dificultades; hay que tener coraje para apreciar en su legítimo valor lo que significa: “honor, elogio, consideración”, para sacrificarlos voluntariamente.
¡No se Engañen!… Las llamadas injusticias tienen su razón de ser en el campo sobrenatural. Ellas son el pago justo de nuestra condición de pecadoras. Aun en el caso de parecernos totalmente inmerecidas, ellas son el don por excelencia que Dios otorga a quienes ama. La injusticia enfocada así, se torna en virtud de humildad y en heraldo del “¡amor de oblatividad!” Amadas hijas en el Señor: quien esto comprenda, jamás proferirá palabras como estas: “- son injustas conmigo; – me ignoran; para nada me tienen en cuenta; – yo sería capaz para esto y aquello; – tengo experiencias; – tengo preparación…”
Éstas y semejantes reflexiones egocéntricas, serían un indicio de total inhabilidad para cualquier cargo de responsabilidad. Estos, ante todo, requieren almas forjadas en la humildad para garantizar su eficaz desempeño. No ven que tales personas desbordan egocentrismo y soberbia, y para salvarlas de su ruina temporal y eterna, deberían ser sometidas a la humillación y a los últimos puestos.
¡Se acerca la hora de partir! ¿Se imaginan que estarán entonces satisfechas por haber ocupado puestos de honor?… ¿O bien, agradecerán haber pasado por la escuela del dolor y de la humillación?
¡Ea hijas! Seamos consecuentes: cobijémonos con la pequeñez y seamos humildes. Prefiramos la oscuridad en medio de la cual parece ser más fácil experimentar el agrado y la intimidad de Cristo.
¡Adiós! Por María, la Madre de Dios, las saluda su madre,
María Bernarda del Sagrado Corazón de María.
Cartas de Espiritualidad #1