Cartagena, enero 31 de 1921
¡Ave María!
En Jesús amadas hermanas:
Momento por momento nos movemos bajo los ojos omniscientes del Dios tres veces Santo. Ojalá esta convicción penetre hasta lo más íntimo de nuestra alma. Dios presente de modo real-personal en nuestras vidas, da a éstas una orientación nueva.
La omnipresencia de Dios, comprendida vivencialmente, es capaz de sacudir todo nuestro ser. Encauza nuestros pensamientos, anima nuestras acciones y vivifica aun la oración. Todo lo afecta esta “omnisciente presencia divina”. Bajo su luz veremos claramente nuestra fantasía caprichosa, los deseos egoístas y los demás residuos de la culpa original. Desnudos desfilarán ante ella nuestra autosuficiencia, las faltas contra la caridad, todas las infidelidades contra nuestros votos religiosos, los pensamientos, palabras, miradas y aspiraciones contaminadas de curiosidad y amasados de imperfección. Y, ¿cuántas bagatelas más?… Comunicaciones secretas sin base en la verdad, novedades recogidas en los pasillos, futilezas atisbadas junto a las puertas cerradas, o tal vez desde algún escondrijo… Con todo, son bagatelas extendidas ante los ojos sacrosantos de Dios, y por Él son evaluadas. Se apuntan en nuestra cuenta como faltas de amor, y son saldadas como pérdida de gracias difíciles de recuperar.
Hermanas, respetemos la santidad de Dios presente y temamos mezclarlo con el mundo degradante de estas bagatelas. Qué feliz es una hermana de vida interior depurada, tranquila, equilibrada, serena y plena de fervor, que ha colocado su existencia bajo la presencia de Dios.
Esta omnipresencia aleja de ella todo sentimiento de soledad y le da seguridad en cualquier dificultad. Bajo su amparo cumple el deber, muere a sí misma, practica la virtud, ora y vive una vida plena, aureolada de luz divina.
Comencemos hoy mismo a orientar nuestra existencia bajo la mirada de este “Dios presente”. Digámosle con santo fervor: “Oh buen Dios, quédate conmigo día y noche, y hazme disfrutar tu santa presencia”.
¡Adiós! Por el Sagrado Corazón de Jesús, las saluda su anciana madre,
María Bernarda del Sagrado Corazón de María
Cartas de Espiritualidad #1