¡Ave María!
En Jesús amadas hijas: Como fértil retoño brotó de la santa pobreza y de la santa humildad, el amor seráfico de nuestro Santo Fundador.
Hermanas, son miembros de una Orden Seráfica e hijas del Serafín de amor. Contemplen el admirable proceso seguido por este amor seráfico: ¡pobreza, humildad, oblatividad! Insértense también ustedes en esta corriente amorosa. Despréndanse de lo inútil que está fuera de ustedes y aún de ustedes mismas. La pobreza de espíritu es ante todo la conjugación de santa simplicidad y de amable humildad. A través de ellas, ¡Vayan a la conquista del “amor”! Ricos frutos produce éste en la vida consagrada, miren:
– Creciente fervor religioso en la oración y en la abnegación.
– Disminución de exigencias y preferencia de lo menor y lo peor.
– Humillaciones libremente impuestas.
– Escala de valores que trascienden lo caduco y lo efímero.
¿No les parece todo esto un tesoro digno de ser apetecido por un alma consagrada? Pídanselo a Nuestro Padre San Francisco. ¡Láncese a la conquista del amor! La mecha que humea, aún puede llegar a ser ingente llama. Y, ¿recuerden?… El amor se alimenta de humilde pobreza y de sincera humildad.
Amadas hijas: ¡perdonen este sermón de madre! Soy simple y me falta elocuencia; sólo me propongo orientarlas un poco en el diario bregar. Dios suplirá mi rudeza y dará incremento a estas semillas para la siega en la eternidad.
Que Nuestro Padre San Francisco las bendiga dentro y fuera, y que ¡sean sus imitadoras! Oremos las unas por las otras. Por San Francisco las saluda su madre,
María Bernarda del Sagrado Corazón de María.
Cartas de Espiritualidad # 1