Obra Pía, diciembre 3 de 1913
¡Ave María!
En Jesús amadas hijas:
El silencio en nuestras casas es fruto de un esfuerzo común; superioras y súbditas lo crean conjuntamente. ¡Qué agradable impresión causa una fraternidad donde la conversación es moderada, hecha a queda voz, y donde se evitan aún los estrépitos ruidosos!
Amadas hijas, el silencio es un arte y es una virtud; hay que aprender a hablar y a callar. Pero no conviertan el silencio en escudo de su resentimiento, ¡practíquenlo bien! Trabajar, sentarse, levantarse sin hacer ruido; lavar trastos sin sonarlos; respetar las horas de descanso, todo esto es importante para estructurar un ambiente de calma y religioso recogimiento.
El silencio es una gran virtud comunitaria, y como tal está al servicio de la caridad. Se deben dar cuenta de su valor para la adquisición de la perfección religiosa. Como Job había hecho un pacto con sus ojos para no mirar doncella alguna, de igual modo hagan un pacto con su lengua para no pecar. Hermanas, ¡cuánto edifica un alma que practica el silencio por convicción!
Amadas hijas, no aleguen que su apostolado les veda esta virtud. El silencio, escúchenlo bien, consiste en aprender a hablar lo conveniente de modo conveniente.
- En la enseñanza, instruyan bien y dejen de mezclar en las lecciones, relatos que desvían y averiguaciones de curiosidad. ¡Esto es silencio!
- Amonesten cuando sea necesario, pero no cantaleteen. ¡Esto es silencio!
- Saluden afablemente a sus encomendados, interésense por sus problemas, aconsejen y ayuden. ¡Esto es silencio!
- Calmen rebeldías, consuelen, animen y comprendan. ¡Esto es silencio!
Altamente benéfica es la acción del silencio en almas religiosas. En ellas irrumpe el Espíritu Santo para hacer su obra de santificación. No así en las almas parleras. Hermanas, callen, porque ¡el silencio es liberador! Por dentro nos libera del resentimiento y de los juicios desfavorables; por fuera crea un ambiente de paz. Dios es un Dios de Paz y sólo almas silenciosas perciben su presencia. El silencio es también un fortificante para adelantar en los caminos de la ascensión. Pidámoslo las unas para las otras.
¡Adiós! Por María la Madre de Dios, las saluda su madre que las ama,
María Bernarda del Sagrado Corazón de María
Cartas de Espiritualidad #1