Cartagena, julio 8 de 1918

¡Ave María!
En Jesús amadas hijas:

Ustedes lo saben porque lo experimentan todos los días: no hay nada capaz de hacer la vida de fraternidad tan dulce y tan atrayente, fuera de la sincera, fiel y cordial “caridad mutua”.
Esta caridad ha de manifestarse continuamente activa y generosa al servicio de los demás; ha de ser un dinamismo no interrumpido.

Amadas hijas, sean atentas y alístense al “servicio del amor”; no pierdan esta ocasión. Si aman de veras a Dios, este servicio se hará ligero. Motívense muy bien, ejercítense sin cesar y háganlo por Cristo.
-Corran luego y sirvan, no obstante las dificultades.
-Apresúrense para ayudar acá y allá, sin mirar a quien.
-Con disimulo y mucha caridad, reparen con su servicio una tarea olvidada o descuidada por alguna hermana.

Cuánto agrada a Cristo una actuación así, sin interés propio, fruto de puro amor. No será fácil; exige mucha abnegación. Pero, es una tarea al alcance de todas: jóvenes y ancianas, todas pueden dar de acuerdo con sus fuerzas y con su condición. Las ocasiones abundan en todas partes.

Mis amadas hijas, ¿las atrae esta actividad, o prefieren más bien aquella otra que llama la atención y les merece el aplauso de los hombres? Dios quiera que no sea así. Conténtense con la mirada benévola de Dios, amen la vida oculta, saturada de fidelidad y de amor. En ella, hora tras hora y día tras día se unen cargados de virtud y mérito para el tiempo y la eternidad. Ojalá todas ustedes aspiren a esta vida oculta en Cristo al “servicio del amor”. Qué felices serían ya en esta vida.

¡Adiós! Por el Sagrado Corazón de Jesús, las saluda su madre,

María Bernarda del Sagrado Corazón de María

Cartas de Espiritualidad #1