Obra Pía, septiembre 27 de 1915
¡Ave María!
En Jesús amadas hijas:
Su compromiso religioso es, ante todo, un compromiso de “autopromoción”.
Qué triste sería tener que afirmar, que han olvidado este principio elemental de su llamada. Lleven y vivan, pues, con santa altivez, esta prerrogativa de su consagración.
Hermanas, es título que supera el de la emperatriz más poderosa del mundo.
- Es título de compromiso que obliga.
- Es título del amor comprometido en la redención personal y del hermano.
Mis amadas hijas, que trabajan en la educación de la juventud, ¡tengan paciencia, perseveren, y finalmente triunfarán! ¡Orienten, amonesten sin cansarse y, por encima de todo, amen y oren! Sólo el amor es capaz de salvar y liberar a corazones impulsivos.
Y ustedes hermanas enfermeras, ¡salven almas! ¡Prefieran a los más díscolos, los menos agradecidos! Sólo así dispuestas podrán perseverar en este servicio tan duro, pero redentor para ustedes y para ellos. Y de nuevo les digo, sólo el amor abnegado es capaz de sanar y orientar a corazones heridos por el dolor.
Y ahora, me dirijo a ustedes hermanas, tres veces felices, por su servicio en cocina, lavandero, casa y costurero. ¡Qué vasto y meritorio es su campo de apostolado! Escuchen:
- ¡Son los pararrayos de nuestras casas!
- ¡Son lámparas vivientes de oración!
- ¡Son las violetas ocultas que perfuman el ambiente de nuestras fraternidades y atraen el rocío de lo alto!
Hermanas todas, recuerden su consagración y lo que ella les exige. Corten y quemen lo que las aparta del Divino Amor. Cerca están ya las riveras de la eternidad. Prendan sus lámparas; alisten sus gavillas; vayan al encuentro de Cristo Rey, que les tiene preparado el premio de los bienaventurados.
¡Adiós! las saluda cordialmente su madre,
María Bernarda del Sagrado Corazón de María.
Cartas de Espiritualidad #1