Febrero, 8 de 1915
¡Ave María!
En Jesús amadas hijas:
Realicen con toda fidelidad sus obligaciones, ¡sean responsables! Es un arte, y por cierto no el menor, cumplir hora tras hora el deber, para agradar a Dios y servir a su fraternidad.
Les ruego, y les ruego por Dios, no observen a las demás. Quien tenga a su cargo el grupo, oriente, ayude y anime con amor.
Hermanas, sean sumisas y procedan en su apostolado acorde con la planificación general. Pero les suplico, no se dificulten recíprocamente su labor. ¡Fomenten la caridad, respétense unas a otras y sean cultas! Recuerden, que ocuparse innecesariamente de las demás, es restar atención a ustedes mismas. ¡Qué fatuo comportamiento sería éste! Sepan, que las que controlan habitualmente a las demás, son religiosas muy flojas en la virtud, ciegas respecto a sí mismas y muy a menudo infractoras de la santa caridad. Son perspicaces en descubrir pequeñas faltitas ajenas, pero, picadas de soberbia y autosuficiencia, desconocen su propio yo.
Hermanas, ¡qué seria meditación les presento! Perdónenme, es que las amo, y amo también la verdad. ¿No les parece ridículo volar como avispas revoltosas acá y allá, buscando a quién picar? Dedíquense más bien a indagar sus propias faltas, pero ¡háganlo con entera paz! Presten sus servicios con toda amabilidad desde la mañana hasta la noche. Dios y los hermanos se merecen su amor de oblatividad y ustedes también sacarán de este amor grandísimo provecho. De este modo se encaminarán tranquilas y seguras por el sendero de la perfección. Hijas mías, ¡no se llenen de escoria, anden en pureza! ¡No se coronen de espinas, recojan el néctar del amor!
Por María, la madre de Dios, las saluda su madre, María Bernarda del Sagrado Corazón de María
Cartas de Espiritualidad #1