¡Qué es la fraternidad?
Fraternidad es un término derivado del latín frater, que significa hermano. La fraternidad puede ser descrita como el vínculo que une a dos hermanos y presupone además del lazo de sangre un sin fin de conexiones, que tienen que ver con el contexto de formación, experiencias vividas y personalidades, entre otras.
La fraternidad puede sentirse muchas veces con las personas con las que no se comparte necesariamente un lazo de sangre sino que se comparten numerosas y emotivas experiencias de vida.
La iglesia es una comunidad de hermanos.
La fraternidad supone la convicción de que todos somos hermanos, no solamente por ser iguales en dignidad sino porque nuestras relaciones están fundadas en el Jesús hermano, Hijo del Padre.
Elegir el Camino de Cristo supone entrar a vivir en la fraternidad según dos criterios evangélicos: “amar a de prójimo como uno mismo” Mc.12, 31) y “ámense los unos a los otros como yo lo sea amado” (Jn. 15,12) que a su vez nos remite a “como el Padre me amó” (Jn. 15,9).
Que la fraternidad sea siempre para nosotros oportunidad de transmitir los valores del amor, amistad, respeto y compañerismo hacia los demás.
Video: Laudato si’, un llamado a la fraternidad (https://youtube.com/watch?v=C3FOPKvWROw)
Madre Bernarda nos exhorta a la vivencia de la fraternidad
“¡Oh, feliz vida comunitaria! Sí, feliz, aunque haya que soportar muchas incomodidades para fomentar el bien común”, nos recuerda Madre Bernarda en su carta 24. Hoy estamos invitadas a descubrir, una vez más, el tesoro de la vida en fraternidad, asumiendo las actitudes propias de Jesús: acogida, paciencia, prudencia, mansedumbre, perdón, pureza de corazón, que favorece la construcción de una vida fraterna, en el Espíritu.
De ahí que, la presencia de Jesús en nuestras vidas, nos anime y fortalezca para construir la fraternidad, comprometidas con el crecimiento de todas las hermanas. Somos conscientes de este tesoro, que el Señor nos ha confiado: “Yo sembré, Apolo regó, pero Dios ha dado el crecimiento. Así que no cuenta ni el que siembra ni el que riega, sino solo Dios, quien es el que hace crecer. El que siembra y el que riega están al mismo nivel, aunque cada uno será recompensado, según su propio trabajo” (1Co. 3, 6-8).
La Madre Bernarda insistía en la vida fraterna evangélica. La vida en fraternidad fue altamente apreciada e impulsada por ella, con el ejemplo y la palabra. No desconoció las dificultades de la vida en fraternidad.
De la contemplación del misterio Trinitario y del seguimiento de Jesús, nace la fraternidad como el lugar donde se hace vida el carisma. La primera razón de la vocación de una franciscana es ser hermana.
Acoger como regalo a las hermanas que el Señor le da. La fraternidad es el modo específico de constituirse las hermanas de la Congregación, en torno a un proyecto común de misión para extender el reino de Dios.
La vida trinitaria enseña que la comunión se hace de diferencias, no de uniformidad. Las Tres Personas son iguales pero, su igualdad se da en la diferencia en la relación entre ellas. Cada una tiene su forma de actuar en la historia de la salvación. Cuanto más profunda y vivificante es mi experiencia con la Trinidad, más fluye a partir de dentro la comunión y la comunicación con mis hermanas y demás personas.
El amor fraterno, fue uno de los rasgos más fuertes del corazón y de la personalidad tierna de la Madre Bernarda. Su preocupación por las hermanas, por su bien espiritual y corporal era verdaderamente grande. Madre Bernarda espera de nosotras, sus hijas, que orientemos nuestras vidas en fidelidad al dinamismo interno de la Divina Comunidad: la TRINIDAD. Ella nos dice: “La mejor alabanza de la Congregación al Dios de la vida, es una prueba evidente de que en ella no entraron la envidia y la ambición y observar que las Hermanas forman un solo corazón”.
En este Centenario de la Pascua Eterna, pidamos a Jesús, por intercesión de Santa María Bernarda, nos conceda la gracia de seguir construyendo la fraternidad, sobre el único fundamento que es Él y de esta manera se convierta en lugar salvífico para todas.
Iluminación biblica (1 Pe 3, 8 – 12)
Tened todos unos mismos sentimientos, sed compasivos, amaos como hermanos, sed misericordiosos y humildes. No devolváis mal por mal, ni insulto por insulto; por el contrario, bendecid, pues habéis sido llamados a heredar la bendición. Pues quien quiera amar la vida y ver días felices, guarde su lengua del mal, y sus labios de palabras engañosas, apártese del mal y haga el bien, busque la paz y corra tras ella.
Canto: Casa de Fraternidad (https://youtu.be/P7-w_Pd5fy4)
La Fraternidad según el Papa Francisco
«Se trata de aprender a DESCUBRIR A JESÚS EN EL ROSTRO DE LOS DEMÁS, en su voz, en sus reclamos. También es aprender a sufrir en un abrazo con Jesús crucificado cuando recibimos agresiones injustas o ingratitudes, sin cansarnos jamás de optar por la FRATERNIDAD. Allí está la verdadera sanación, ya que el modo de relacionarnos con los demás, que realmente nos sana en lugar de enfermarnos, es una FRATERNIDAD MÍSTICA CONTEMPLATIVA, QUE SABE MIRAR LA GRANDEZA SAGRADA DEL PRÓJIMO, que sabe descubrir a Dios en cada ser humano, que sabe tolerar las molestias de la convivencia aferrándose al amor de Dios, que sabe abrir el corazón al amor divino para buscar la felicidad de los demás como la busca su Padre bueno. Precisamente en esta época, y también allí donde son un “pequeño rebaño” (Lc 12,32), los discípulos del Señor son llamados a vivir como comunidad que sea sal de la tierra y luz del mundo (cf. Mt 5,13-16). ¡No nos dejemos robar LA COMUNIDAD!» (Evangelii gaudium, 91s.).
Momento de interiorización y compartir fraterno:
¿Qué actitudes concretas necesitamos cultivar, desde el aspecto relacional en la vivencia fraterna?
¿Qué cambios estructurales y sistemáticos necesitamos hacer al interior de nuestras fraternidades, para lograr relaciones justas a todo nivel?