Cartagena, septiembre 24 de 1913

¡Ave María!
En Jesús amadas hijas:

Deben crecer en humildad si quieren que abunden en nuestras casas toda clase de virtudes. ¡Crezcan igualmente en obediencia y caridad!

Hermanas, admiro y me alegro a causa de su bienestar material, y del progreso de su apostolado, pero, me pregunto: ¿correrá paralela su crecimiento espiritual? ¿Forman una fraternidad fervorosa? ¿Son almas interiores, humildes, generosas y obedientes, o bien se hallan esclavizadas por su egocentrismo y autosuficiencia?

Amadas hijas, desfuércense por estructurar una auténtica vivencia religiosa, ¡se los suplico!

  • Dominen y practiquen una sincera y sosegada auto-introspección.
  • Alejen el orgullo y consideren sus limitaciones y sean humildes.
  • Dejen de analizar a las demás y dedíquense a corregir sus propias deficiencias.
  • Perdonen las faltas ajenas y castiguen las propias.

No desprecien estos consejos, no sea que con el correr de los años se expongan a ahogarse en su propia miseria y pierdan la oportunidad de su santificación. Mientras más pequeña una fraternidad, más patente se hace su espíritu. Si este no exalta por su bondad y autenticidad, no será propicio para acoger y promover la juventud religiosa. Bien saben que la comunidad en bloque es formadora, no olviden esta, su responsabilidad. Extrañarán las presentes advertencias, pero yo las juzgo necesarias. No he sido informada negativamente sobre su vida comunitaria, pero pienso, donde hay fervor, este debe crecer aún más. El fervor es sobre todo efecto de la constante fidelidad. Esta exige grandes esfuerzos y, a menudo, heroicidad. Hermanas, implántenla en su fraternidad, junto con la humildad y la caridad, para edificación de todas, especialmente de nuestra juventud religiosa. Las palabras convencen, pero el ejemplo arrastra a la imitación. Velen y que comience cada cual consigo misma. Sé que tienen buena voluntad, ¡ejercítenla!

Oremos las unas por las otras.

Por la Madre de Dios las saluda su madre,

María Bernarda del Sagrado Corazón de María

Cartas de Espiritualidad #1