Cartagena, septiembre 15 de 1913
¡Ave María!
En Jesús amadas hijas:
Me imagino que todas ustedes comprenden la importancia del silencio, y que también lo observan. Con todo, será útil que se examinen a ver en qué pueden mejorar. Reflexionen un poco sobre estas palabras del Apóstol: “Si alguno no cae hablando, es un hombre perfecto, capaz de poner freno a todo su cuerpo”. La vivencia fiel del silencio durante un solo día, les afirmará esta verdad. En días así será casi imposible registrar fallas a la hora del examen de conciencia.
Hermanas, les ruego que se esfuercen, con la gracia de Dios, por observar y estructurar un silencio religioso, todos los días de su vida:
- Ojalá, eviten en lo posible, todo estrépito.
- Sea animada y alegre la recreación, pero cuídense en levantar la voz.
- Jamás se les escapen carcajadas. Sean cultas y recatadas religiosamente.
Sin embargo, no basta el silencio exterior, fomenten sobre todo el recogimiento interior. Esto lo podrán, si son almas abnegadas.
Amadas hijas, creen un “ambiente de recogimiento y oración”. Que la unción del recogimiento santifique y fecunde su apostolado, cualquiera que sea. Conversen con su Huésped Interior, no lo dejen solo.
Hablen poco, muy poco y hagan de su casa un santuario de Paz y Oración. Ayuden a sus hermanas para que puedan gozar de la intimidad con Dios. ¿Qué sería de la Vida Consagrada sin esta experiencia divina?
Ánimo hermanas, y prosigan el camino de la ascensión. Es necesario hablar, pero, ¡aprendan a hablar!
Adiós! Las saluda por la Madre de Dios, su madre que las ama,
María Bernarda del Sagrado Corazón de María
Cartas de Espiritualidad #1