Había una joven, rica y hermosa.
Muy felizmente casada, con dos hijos maravillosos y un buen trabajo.
Su vida giraba a gran velocidad. Pero algo le faltaba para ser plenamente feliz: no podía conciliar marido, hijos y profesión.
Y su familia terminó al margen.
En su cumpleaños, su padre, un hombre muy sabio, le regaló una flor maravillosa y rara.
Era el único ejemplo existente en el mundo. Sus colores eran maravillosos y su perfume embriagador.
Y el padre le dio las recomendaciones necesarias: tendrás que cuidarla.
Y agregó: Necesita sol, agua, ya veces habrá que podarlo. Y hable con ella durante unos minutos cada día.
Emocionada, la hija agradeció el regalo y lo colocó en el mejor lugar de la casa. Todos los días, embelesado, pasaba largos minutos contemplando la flor.
Seguí hablándole, poniéndola al sol unos minutos, dándole agua y, cuando hacía falta, podándola.
La flor era cada vez más hermosa y admirada, pero la vida giraba, cada vez con más velocidad y los problemas siempre crecían.
Miraba la flor todos los días, pero cada vez tenía menos tiempo para ella. Aun así, quedó gloriosa y su perfume llenó la casa.
Un día, llegó a casa y se encontró con una sorpresa: las hojas estaban secas y la flor colgaba del tallo.
Todavía trató de darle agua, pero ya era demasiado tarde. Las raíces se habían marchitado y la flor estaba muerta.
Ella lloró y fue a hablar con su padre. Y éste – también penalizado – aclaró: No te puedo dar otro, era el único ejemplar existente.
El esposo, o la esposa, y los hijos también son únicos. Son bendiciones de Dios, pero necesitan ser cultivadas.
Tienes que hablar con ellos todos los días.
Necesitan cuidados constantes.
Las crisis comienzan lentamente y no se notan. La profesión y los problemas ocupan todo el tiempo.
Más tarde, cuando la vida se calme, recuperaré el tiempo perdido, piensan muchos.
Y en un día cualquiera, la flor parece muerta, las raíces definitivamente secas. Y es un espécimen único, insustituible. Las lágrimas y las oraciones llegaron demasiado tarde.
En la vida, hay que establecer prioridades.
Hay cosas secundarias, prescindibles, hay cosas relativamente importantes, pero hay valor absoluto.
La familia es una bendición de Dios. Es una realidad maravillosa y única. Pero tienes que cuidarla. Sin ella, en un día cualquiera, esa flor definitivamente estará muerta.
Mientras existan las posibilidades, hay que luchar por ellas. Debido a que a menudo no es posible remediarlo, es inteligente prevenir.
Dios Padre, el sabio por excelencia, regaló la flor de la felicidad. Puede ser permanente. Solo es cuestión de cuidarlo.