Cartagena, junio 22 de 1913
¡Ave María!
En Jesús amadas hijas:
El tiempo se aleja veloz y, por tanto, sería falla imperdonable despreocuparse de la eternidad. Hagan el bien mientras es de día. De cuántas riquezas les privan las torcidas tendencias y la cobardía en la práctica de la humildad, virtud altamente personalizante si la practican espontánea y generosamente. Al contrario, cuánto las esclavizan la soberbia y la egolatría, y cuánto las exponen a la pérdida de su vocación. En efecto:
- Las hacen incapaces de una obediencia cristiforme y liberadora.
- Provocan en críticas y juicios duros y falsos.
- Las arrastran de caída en caída y de amargura en amargura.
No me refiero a las flaquezas propias de la débil naturaleza. Estas, llevadas con humildad y paciencia, las hacen madurar. Concretamente, contemplo una vida religiosa negligente, sin dinamismo virtuoso, realizada bajo el vaivén de las apetencias naturales, sin control y sin motivación sobrenatural. Les seguirá infaliblemente la deserción más lamentable de la propia vocación, y la cooperación a la pérdida de otras. Perdonen este duro lenguaje, engendrado por una sagrada obligación. En el mundo se pierden las almas por cobardía en la autopromoción. En el convento se registran deserciones por idéntica razón.
Cuánto temo al observar hermanas flojas en la lucha por la autosuperación. Tiemblo al prever su definitiva incapacidad de sostenerse en su vocación. Ruego y suplico, por lo tanto, a las responsables, amonesten y orienten con caridad a las hermanas cuya vocación peligra por falta de fervor religioso. Oremos mucho las unas por las otras.
Por María, la Madre de Dios, las saluda su madre,
María Bernarda del Sagrado Corazón de María.
(Cartas de Espiritualidade #1)