Con la alegría que nos trae la luz del sol este 19 de junio de 2022 recordamos los 134 años de la fundación de la Congregación de las Hermanas Franciscanas Misioneras de María Auxiliadora. En los Alpes de Suiza, desde el seno de una familia religiosa contemplativa, nació un sueño misionero revelado a Santa María Bernarda, quien al descubrir los valores esenciales de la vida consagrada, se propuso
vivirlos con radicalidad, en fidelidad al don del Espíritu.

En el convento de María Hilff, en Suiza, la Iglesia europea experimentó un impulso misionero y abrió sus horizontes a otros continentes, especialmente a América Latina. La necesidad de misioneras en estas tierras despertó el corazón misionero de Santa María Bernarda y de otras hermanas, que estaban dispuestas a dejar su tierra para trabajar en las misiones, superando las dificultades que exige el paso de una vida contemplativa y de clausura a una vida activa. y apostólico. Un grupo de valientes mujeres reconoció la voluntad divina y tomó la decisión de abandonar el monasterio. Recibida la dispensa papal de la clausura y cumplidos los requisitos, la Madre Bernarda presentó su carta de renuncia y salió del convento con sus seis hermanas: María Charitas Brader, María Isabela Huber, María Lorenza Suter, María Dominica Spiring, María Otmara Haltmeier, novicia Maria Michaela Rhoberger.

Las pioneras, en alas de la providencia y confiadas en los brazos del Padre, llegan al Ecuador, caminando con el espíritu inundado de alegría, conscientes de estar en un lugar tan pobre como Chone. Madre Bernarda dijo: así nuestros corazones estarán puestos en Dios y sintieron que ese era el lugar adecuado para reflejar la luz de su Señor.

“Queridas hijas, tenemos poco tiempo para amar y debemos aprovecharlo, cumplamos regularmente con nuestra regla; nos dará firmeza para el apostolado y nos recordará que el oro se afina en el fuego de amor” (MB).

La casita de Santa Clara fue el lugar maravilloso de la fraternidad construida sobre la sencillez, la humildad y el servicio caritativo, animó a sus hermanas a estar atentas a la más mínima señal de apoyo y comprensión. Las misioneras encontraron allí una vida llena de sacrificios y privaciones, calor, trabajo duro, obstáculos y dificultades que debieron afrontar continuamente. Todo lo emprendieron con amor, con gran celo por la gloria de Dios y la salvación de las almas.

La Congregación nació en torno a la pobreza, sin lo suyo y sin un centavo, el alimento que recibía diariamente del pueblo. La educación era la primera tarea en la promoción de la vida. Ellas recibieron en Suiza una excelente formación para la docencia. Estaban al servicio de los enfermos con compasión y caridad. Así, el carisma de la Congregación estuvo marcado desde el principio por la práctica obras concretas de misericordia.

Haciendo memoria de esta historia, las Hermanas Franciscanas Misioneras de María Auxiliadora celebran hoy, tomando conciencia de un ayer, un hoy y un futuro.